Marcos Agurto

Nuestro “inmortal” Mario Vargas Llosa ha partido a la eternidad. Su obra literaria es descomunal; sus novelas, exquisita narrativa. Sobre su obra se escribirá y discutirá por décadas, y muchos jóvenes escribidores encontrarán siempre en ella una fuente continua de inspiración. Intentar resumir o entender una pieza de su obra en un simple artículo de opinión es un despropósito, por lo cual pido disculpas. Pero si el lector lo permite, me gustaría dedicar unas líneas a Pantaleón y las visitadoras, la cuarta novela de Mario Vargas Llosa y, en mi opinión, una de sus obras maestras.

Escrita a manera de sátira, en la novela el Ejército enfrenta un serio problema en las remotas guarniciones de frontera: muchos soldados se ven envueltos en casos de abuso sexual, lo que genera escándalo y conflicto con la población civil. Los oficiales a cargo de estos alejados puestos militares claman por ayuda a Lima. Para salir del paso, la improvisada solución propuesta por la alta jerarquía militar de la capital es un servicio de visitadoras, que debe ser implementado con la más absoluta reserva. La solución es claramente cínica e inmoral, por lo que el alto mando busca además asegurarse de que la nueva “institución” nazca condenada al fracaso. Para ello, ponen al frente a una persona que, por su rectitud, consideran la menos competente para la misión: el capitán Pantaleón Pantoja, oficial con foja de servicios impecable, sin vicios. Una persona de este perfil, claramente, no podría llevar de manera exitosa una empresa de la naturaleza encomendada.

Pero el genio de Vargas Llosa nos recuerda que el alto mando ha pasado por alto algo muy importante: Pantoja es el militar perfecto. Y el militar perfecto obedece y ejecuta las órdenes sin murmurar. El capitán se asegura de empaparse muy bien de la naturaleza de la misión encomendada y de conocer al detalle las aristas del bajo mundo y la bohemia. Como resultado de su atención al detalle y capacidad de ejecución, el servicio es un éxito rotundo, que empieza a salirse del ámbito secreto, preocupando a la alta jerarquía militar. Dejo al lector interesado el placer de ser capturado por el genio, la narrativa y el humor de Vargas Llosa en esta novela; pero, finalmente, ante el boicot de los altos mandos, la nueva institución fracasa y es disuelta.

Pido disculpas nuevamente al lector, pues me atreveré a cruzar los límites de la ficción para sugerir que, en la comedia —y tragedia— de Pantaleón, se esconde una reflexión. De naturaleza diferente a los de las guarniciones en la novela, los rincones de nuestro país, en especial los más remotos, enfrentan serios problemas —relacionados con carencias estructurales en educación, salud, seguridad— y claman a nuestra clase política por una solución. La solución adecuada consiste en reformas estructurales cuidadosamente estudiadas e implementadas, que busquen el bienestar de las personas. No remedios improvisados, diseñados de manera cínica para salir del paso. Ejemplo de estas reformas improvisadas es la regionalización implementada por Alejandro Toledo, puesta en marcha de manera apresurada, sin asegurar que las regiones contasen con las capacidades y el marco institucional necesarios para cumplir con sus competencias.

Pocos como nuestro escribidor universal han entendido de manera tan profunda al Perú. Sus ficciones describen con dureza nuestra realidad, pero también nos acercan a la posibilidad que aún convive con nuestro futuro.

Marcos Agurto es profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Piura

Contenido Sugerido

Contenido GEC