
Las políticas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han llegado como un tsunami a América Latina y, aunque todavía no llegan del todo al Perú, pronto lo harán. Algunos pensarán que se podrán contrarrestar con buena diplomacia, como sucedió con México y Canadá, pero queda poca duda de que Trump ha logrado su objetivo y con la amenaza de una guerra arancelaria y migratoria que ha resultado ser un instrumento muy poderoso de negociación. La teoría económica nos dice que en la guerra arancelaria no hay ganadores, solo perdedores; todos vamos a perder.
Algo parecido sucede con su política de migrantes, finalmente es una restricción a la libre movilidad del trabajo y tendrá impacto tanto en EE.UU. como en América Latina. Responder con medidas diplomáticas nos hará reactivos a sus políticas y podríamos terminar afectando nuestro desempeño económico. Una mayor inflación producto de la guerra arancelaria va a inducir a nuestros bancos centrales a subir sus tasas, y una menor migración, a mayor desempleo y salarios reales más bajos.
Debemos buscar una estrategia proactiva y la forma más sensata de responder es aumentando nuestra productividad, lo cual pasa por flexibilizar nuestra política laboral. En un mundo donde la competencia se va a dar por precios, los países que mejor puedan absorber esos mayores costos son los que van a crecer más. Solo hay dos formas de hacerlo: con un aumento de productividad que supere los costos laborales, y mayor innovación y adopción de nuevas tecnologías.
Aunque hubo muchas medidas de política que explicaron el alto crecimiento entre el 2001 y el 2016, todo ello resultó en un aumento de la productividad laboral, muy superior a la de EE.UU. Usando la información del Conference Board, en esos años la productividad por hora trabajada en EE.UU. aumentó en 1,6%, mientras que el Perú fue muy superior y aumentó en 3,9% por año. De esta forma redujimos la brecha de productividad de 8,8 a 6,3 veces. Más aún, el hecho de que la brecha de productividad fue mayor que la salarial, que fue de 7,2 y 5,6 veces, respectivamente. Esto le permitió a EE.UU. tener mayor capacidad para absorber aumentos de precios y crecer. Todo empezó a cambiar en el 2019 con las políticas laborales populistas. Entre el 2019 y el 2024, el aumento de productividad estadounidense fue de 1,5% por año, mientras que la nuestra fue de menos 0,3% y la brecha de productividad aumentó a 6,9 veces en el 2024 y el salarial pasó a 7,6%. Esto confirma el deterioro de nuestra ventaja competitiva, dando como resultado menores salarios, que solo crecieron a 0,5% por año entre el 2019 y el 2024.
Este deterioro se percibe en las encuestas de empleo nacional del INEI. Entre el 2007 y el 2016 se generaron 2,4 millones de empleos urbanos, de los cuales aumentaron en 3,7 millones los empleos definidos como “adecuadamente empleados” y se redujeron en 1,7 millones los “subempleos”. A partir del 2019 esta tendencia se revierte y solo creamos 445.000 nuevos empleos, pero se perdieron 659.000 empleos adecuados y se crearon 706.000 subempleos, otra señal del deterioro de la productividad laboral. Esta lectura de las estadísticas laborales nos confirma que estamos en una situación de vulnerabilidad frente al ‘shock’ de Trump. La única forma que tenemos para protegernos es una reforma laboral integral. El objetivo es hacer a los trabajadores más productivos para que puedan obtener mayores salarios y beneficios sociales. Las políticas populistas solo han creado puestos de trabajo de segunda categoría con menor productividad y sin protección social.
Este cambio en la política laboral pasa por desmantelar la Agenda 19 que se aprobó en el gobierno de Pedro Castillo y que no ha hecho sino informalizarnos. También requiere la unificación de los regímenes laborales, tributarios y protección social, permitiendo que los trabajadores puedan migrar libremente entre empleos. Finalmente, habría que pensar en cambiar el mandato de nuestro MTPE y refundarlo como Ministerio de Trabajo e Innovación. Sabemos bien que los trabajadores más capacitados van a surgir en este mundo de alta tecnología y nuestra organización gubernamental tiene que adaptarse a las nuevas épocas.