"Otra explicación es que el ministro está desinformado. Según el último censo nacional del 2017, 60% de la población se declaró mestizo, por lo que ellos no existirían para el ministro" (Foto: Violeta Ayasta/GEC).
"Otra explicación es que el ministro está desinformado. Según el último censo nacional del 2017, 60% de la población se declaró mestizo, por lo que ellos no existirían para el ministro" (Foto: Violeta Ayasta/GEC).
/ VIOLETA AYASTA
Richard Webb

Celebramos la extraordinaria diversidad natural del país para expresar nuestro amor por el . Nada menos que ocho regiones fueron reconocidas y celebradas por el gran geógrafo Javier Pulgar Vidal. Él no se cansaba de visitar cada rincón de los variados y fascinantes paisajes del territorio nacional, y de compartir sus descubrimientos con quien buscaba aprender. Un indicador de esa riqueza natural es la lista de 213 regiones y países, ranqueados según el número de especies de aves que posee su territorio, y en el que solo un país en el mundo –Colombia– nos supera. Con el mismo orgullo investigamos y divulgamos la variada historia milenaria de la ocupación humana de nuestro territorio con sus múltiples expresiones y eventos de ordenamiento y conquista.

Pero cuando hablamos del peruano actual, nos vamos al otro extremo. Los peruanos seríamos solo de dos categorías: honestos o corruptos, ricos o pobres, formales o informales, o, como recientemente afirmó, el ministro de Cultura, “en un mismo territorio existen dos clases de peruanos: los hispanoamericanos y los peruanos originarios. Y hasta hoy han estado separados por un abismo de diferencias”. Y afirmamos esa dicotomía con la misma convicción e energía que usamos para hablar de la multiplicidad de nuestra naturaleza física. En la naturaleza física y biológica tendríamos de todo, pero cuando llegó el sexto día de la creación, Dios, ya cansado por la extraordinaria verdad de especies y geografías que nos legó, solo nos mandó a hacer en dos variedades.

Otra explicación es que el ministro está desinformado. Según el último censo nacional del 2017, 60% de la población se declaró mestizo, por lo que ellos no existirían para el ministro. Nuestras categorías raciales, más siglos de convivencia, no se prestan a las definiciones categóricas de raza que pide el cuestionario censal. Sin duda, hay mucho más mestizaje de lo reportado. Más allá de las categorías raciales, es chocante el reduccionismo que implica el análisis del ministro, elevando la categoría racial por encima de las múltiples facetas de la vida humana que deben tomarse en cuenta como base para una política cultural. De hecho, celebro que esta misma observación haya sido señalada recientemente tanto por Alonso Cueto en El Comercio como por Dante Trujillo en una página propia de Internet.

Pero si la declaración del ministro Gálvez es chocante en este momento, se debe reconocer que el binarismo o la sobre simplificación tienen una larga tradición no solo en el discurso de periodistas y políticos, sino incluso entre historiadores, economistas y sociólogos.

Una reciente historia del Perú del distinguido historiador Peter Klaren empieza explicando que el Perú es un país dividido entre una sierra semifeudal y una pequeña élite blanca.

Los economistas han simplificado su discurso con el invento de la informalidad, categoría que se presta perfectamente a un análisis binario y que logra esconder mil detalles importantes para la vida de la mayor parte de la población, mientras que se presta, a la vez, para emitir pronunciamientos tajantes.

La insistencia en la opción binaria también confunde el análisis del problema de los jóvenes egresados cuyo siguiente paso en la vida hacia el trabajo o hacia estudios superiores no siempre se puede dar directamente. Este suele requerir un periodo de ensayos de estudio en casa, de trabajos marginales, quizá para el negocio familiar, y de preparación para exámenes, todo lo cual termina confundido en los datos de encuesta que insisten en categorías simples y terminan clasificados como el problema de los ‘ninis’.

Otras estadísticas se prestan a evasiones similares, escondiendo importantes detalles, como los datos sobre el acceso a servicios como el agua, la educación y la salud, que no toman en cuenta distancias, calidad y horarios. Lamentablemente, el obstáculo para lograr un discurso más completo, un discurso que reconozca que la vida rara vez se reduce a dos alternativas, es evidente y desagradable –tendríamos que sacrificar mucho de la energía política y satisfacción emotiva que vienen con las simplificaciones–.

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