“Son tantos los casos ya descubiertos que no parecen delitos aislados, por lo que se requiere investigar hasta lo más alto del sector”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Son tantos los casos ya descubiertos que no parecen delitos aislados, por lo que se requiere investigar hasta lo más alto del sector”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Carlos Basombrío Iglesias

Otra semana con historias del Ministerio del Interior: se conocen más casos de corrupción, desaparece de la Dirincri , sacan al teniente general Max Iglesias y el nuevo ministro Gastón Rodríguez enfrenta su primera crisis.

¿Qué está pasando?

Para entenderlo, hay que hacer un poco de historia.

Por décadas, el Perú tuvo tres policías: la Guardia Civil (GC), la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y la Guardia Republicana (GR). Hacia mediados de los 80, las relaciones entre las tres eran pésimas; no colaboraban entre sí (más bien competían y superponían funciones) e incluso se enfrentaban a balazos en las calles.

Para cambiar esta situación, se creó la Policía Nacional del Perú (PNP). Se unificaron las escuelas de formación, se estableció un himno, uniformes y héroes compartidos, pero 31 años después las culturas institucionales originales siguen vivas.

Sobre todo, los ex-GC (código 1) y los ex-PIP (código 2) siguieron llevándose pésimo y siempre se tuvo que mantener un delicado equilibrio en la asignación de cargos y en los ascensos en la PNP. Hoy, los agentes de las antiguas instituciones son una pequeña minoría frente a los formados como policías nacionales, pero todos los generales y la mayoría de los coroneles conservan su identidad previa.

En el origen de la profunda crisis que vive hoy la policía está el pésimo manejo de ese equilibrio desde que Carlos Morán fue nombrado ministro. Esto era previsible, siendo él un código 2 “antiunificación” (no todos lo son) que venía de para la creación de una nueva PIP, separada de la PNP (¿avalaba esa posición el presidente?).

Su ingreso coincidió con el mando de la PNP del general José Luis Lavalle (también código 2) y el desbalance se fue extendiendo por el ministerio y la policía. Esto generó resistencia y múltiples conflictos con el código 1.

Ya en noviembre pasado, la crisis estalló públicamente por serias denuncias de generales de códigos 1 y 3 sobre los ascensos para el 2020.

Volviendo a la corrupción en tiempos de la pandemia, las adquisiciones para la emergencia fueron un factor “unificador”. Es decir, malos oficiales de los diferentes códigos comparten responsabilidades. En medio de la crisis sanitaria, cometieron el crimen horrendo de robar, desprotegiendo a sus propios compañeros que la peleaban en la calle (). Y son tantos los casos ya descubiertos que no parecen delitos aislados, por lo que se requiere investigar hasta lo más alto del sector.

El más reciente coletazo de la crisis tiene que ver también con el tema de los códigos. El teniente general Gastón Rodríguez Limo no estaba pensado para ministro, pues el presidente Vizcarra lo quería al mando de la policía; pero el liderazgo de Morán había caído tan bajo que no logró conseguir las renuncias de los que estaban encima en el escalafón, y Rodríguez Limo, un oficial umbilicalmente representativo del código 1, terminó de ministro.

A su vez, Max Iglesias (código 2) al mando de la PNP (¡un muy buen oficial!), pero parece que la designación solo fue para salir del apuro. En un maltrato inaceptable, nueve días después lo sacaron del cargo para poner al teniente general Héctor Loayza (código 1); otro excelente oficial.

Ahora, el balance de poder en el ministerio y en la PNP se ha invertido y, con ello, los resentimientos que los desequilibrios causan. Además, en estas crisis, la institución ha perdido experimentados generales (de diferentes códigos) que podrían haber sido muy útiles para los tiempos que se vienen.

Entre tanto, el nuevo ministro ha debutado con el pie izquierdo. Hizo dos pésimos nombramientos que lo han debilitado mucho. Como jefe de gabinete de asesores puso a un abogado dedicado a defender a policías investigados por corrupción y otros crímenes que . A su vez, colocó como jefe de la Oficina General de Administración, desde donde se van a hacer las compras para la emergencia, a quien carga con el baldón de haber sido despedido por falta grave, nada menos que del Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE). Obviamente también tiene que cambiarlo.

El general Rodríguez Limo sacrificó una carrera policial promisoria, de toda una vida, por un fajín temporal. Quizás no se dio cuenta de que si Salud es hoy el ministerio más complicado, muy pronto lo será Interior. Le tocará lidiar con una turbulencia social quizás sin precedentes y con una delincuencia que ya venía descontrolada desde Morán. Y tiene que hacerlo con una policía maltratada, cansada y diezmada.


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