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Temores electorales
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Temores electorales

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Como es natural cuando se acerca el tiempo de elecciones, los temores surgen múltiples e intensos, incluso con más bríos que las preferencias. Porque sí: las personas votan por afinidades, intereses, empatías, intuiciones y coincidencias, pero también movidas por temores.

Unos le temen al surgimiento de un nuevo Pedro Castillo, esta vez venido del sur, del Cusco, Apurímac o, sobre todo, de Puno. En el imaginario electoral, esta macrorregión se ha convertido en la contraparte política de Lima.

Más transversal es el temor al fortalecimiento político –ya no solo social– de la minería informal y la ilegal, y su filtración en el terreno de las elecciones no solo vía recursos, sino también de elección de sus representantes. Recordemos que estas minerías movilizan mucho dinero –algo más de 4.000 millones de dólares anuales– y que, al estar extendidas en el territorio, se quiera o no dan trabajo y dinero a los numerosos compatriotas que se vinculan con ellas.

Temores compartidos son, también, que la seguridad ciudadana no sea una prioridad efectiva o que se piense que este complejo problema se resuelve solo con “mano dura”, negándose a ver experiencias de países como México y Colombia.

Que gane un candidato autoritario tipo Donald Trump o un Javier Milei a la peruana –que, como este último, considere que “el Estado es la representación del Maligno en la Tierra”– es un temor determinante para otros. El riesgo, en este caso, es que un mandatario así traiga abajo lo (no tanto) avanzado en educación pública, salud, cultura y pensiones, junto con un recorte radical de otros derechos democráticos, como la libertad de expresión y la autonomía universitaria.

En regiones de pequeña agricultura serrana y en la Amazonía, en particular en zonas de frontera, el temor permanente –como frente a cada proceso electoral– es que el abandono y el desinterés del Gobierno Central aumente o continúen tal cual.

Como en este último caso, en amplios sectores la desesperanza y el temor se hacen uno: se teme que el poder se mantenga tan fraccionado como ahora; y que, como consecuencia, su manejo siga diluyéndose para beneficio de unos cuantos. Se teme que el Congreso siga controlando una gran parte de ese poder; que allí las medianas y pequeñas bancadas sigan medrando con sus agendas privadas y que el Ejecutivo tenga su pequeña cuota, lo mismo que el sistema judicial. Dicho de otra manera: que cambien nombres, pero que todo siga igual.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Santiago Pedraglio es Sociólogo

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