(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Daniela Meneses

Luego del discurso de ante el Congreso la semana pasada, algunos criticaron que el primer ministro haya optado por hablar de “peruanos y peruanas”.

A veces es fácil entender por qué esta forma de hablar es objeto de críticas. Se puede sentir poco natural, y en ocasiones llega a extremos ininteligibles. Hasta hace un tiempo, se leía lo siguiente en la web de una universidad: “Para ser nombrado profesor emérito o profesora emérita, es necesario haber sido profesor o profesora principal y estar jubilado o jubilada como profesor o profesora en la Universidad. La propuesta para ser nombrado profesor emérito o nombrada profesora emérita puede realizarla el jefe o la jefa del departamento académico al que perteneció el profesor, los vicerrectores y las vicerrectoras, o el rector o la rectora”.

Quizás la complejidad que puede traer esta forma de hablar podría justificarse si es que en español siempre fuera necesario mencionar la variante femenina para entender que está siendo aludida, pero ese no es el caso. Así lo explica la : “En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto”.

El problema, por supuesto, es que el asunto parece ser más complejo que lo que dictan las reglas del idioma. Este año la periodista inglesa Caroline Criado Perez publicó un libro titulado “Invisible women: exposing data bias in a world designed for men” (Mujeres invisibles: exponiendo el sesgo en la data en un mundo diseñado para los hombres), que ocupa los primeros lugares en diversos ránkings de libros más vendidos, incluyendo el del “Sunday Times”. Al inicio, la autora se hace precisamente la pregunta que ahora nos ocupa. ¿El masculino incluye al femenino?

Para Criado Perez, “numerosos estudios en una variedad de idiomas […] han encontrado de forma consistente que la ‘masculinización genérica’ (usar palabras como ‘ellos’ de una manera neutral al género) no es leída de forma genérica. Es leída mayoritariamente como masculina”. Un ejemplo que presenta es un estudio del 2015, que le pidió a los participantes pensar durante diez segundos en las palabras ‘usuario’, ‘participante’, ‘persona’, ‘diseñador’ e ‘investigador’, y que luego las dibujen. El estudio fue en inglés, idioma en el que todos estos términos son neutros. Sin embargo, al ver los dibujos resultó que –exceptuando el caso de ‘persona’ y ‘participante’– la mayoría de dibujos hechos por hombres y representaba a hombres. Incluso era más probable que el ‘investigador’ no fuera de ningún género a que fuera mujer. Criado Perez recuerda que esto va de la mano con diversas investigaciones que demuestran que cuando se le pide a la gente que dibuje científicos, la mayoría dibuja un hombre (aunque un estudio reciente hecho a menores mostró progreso: 28% ahora dibujan mujeres).

Tras la revisión de varias publicaciones, la autora encuentra que “cuando se usa el masculino genérico, es más probable que la gente recuerde hombres famosos que mujeres famosas, que se estime que una profesión es dominada por los hombres, que se sugiera a candidatos hombres para trabajos y nombramientos políticos. También es menos probable que las mujeres apliquen a ofertas de trabajo que usan el masculino genérico, y menos probable que les vaya bien en esas entrevistas”.

¿Qué significa todo esto? ¿Que todos debemos hablar como la frase de la universidad que citaba más arriba? Bueno, no. Al menos no creo. Cada quien es libre de decidir las palabras que usa de acuerdo con su contexto, receptor, identidad propia... De hecho, esta columna no está escrita en , y si lo fuera, muchas veces no cabría en las líneas asignadas. Pero sí quiere decir que quienes deciden hablar de esta forma tienen más argumentos para hacerlo de lo que sus opositores parecen creer. Que nuestro tiempo estaría mejor gastado en una conversación de fondo sobre los estudios existentes, su metodología, alcances y replicabilidad que en caricaturas y burlas. Y que todo parece indicar que en varias circunstancias el uso del lenguaje inclusivo puede ser recomendable. El primer ministro Del Solar no utilizó el lenguaje inclusivo durante todo el discurso. Pero sí lo hizo en un momento clave: al referirse a los peruanos… y las peruanas.