Un país moderno, por Ian Vásquez
Un país moderno, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

En su mensaje a la nación, Pedro Pablo Kuczynski nos ofreció una visión: “Anhelo que en cinco años el Perú sea un país moderno”. Bravo. Esa visión optimista y realista es la que el país necesita. 

¿Qué significa ser moderno? Más que nada, apunta a una actitud. Ser moderno implica sostener y compartir ciertos valores y comportamientos que han hecho posible el progreso humano y que han caracterizado a los países más avanzados. 

¿Cuáles son esos valores y conductas? Son la tolerancia, el intercambio voluntario, el igual trato ante la ley y el respeto a la dignidad del individuo. Hace un par de años, refiriéndose a los países desarrollados, escuché a la historiadora económica Deirdre McCloskey decir una verdad del tamaño de una catedral: “Somos ricos porque respetamos la dignidad de cada uno”.

Solo una vez que se dispersaron estos nuevos valores en algunas sociedades a partir de un poco más de dos siglos atrás, se dio el Gran Enriquecimiento, según McCloskey. Desde 1800, el ingreso per cápita en los ahora avanzados países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) se incrementó en 2.900%. Hasta entonces, el ingreso promedio mundial era de US$3 al día. La pobreza masiva y el crecimiento económico prácticamente nulo fueron la norma por miles de años. 

Lo que cambió fueron los valores. Se empezó a respetar al individuo común y corriente, no solo a aquellos que pertenecían a la élite. Se celebró la habilidad de poder enriquecerse, sea quien sea, a través del esfuerzo propio y el intercambio libre. Requirió una tolerancia a las diferencias entre cada quien y entre distintas comunidades, y se fortaleció el concepto de la igualdad. Para citar al pensador argentino Alberto Benegas Lynch (h), ese concepto era que “la igualdad es ante la ley y no mediante ella”. 

Por eso, se llegó a desconfiar en el poder político que otorgaba protecciones y privilegios, ya sean económicos o de estatus. Y se limitó el poder. Esa limitación reforzó el Estado de derecho, pues redujo por definición la arbitrariedad en la gobernanza y las reglas de juego. El conjunto de valores que dio origen a la emergencia de los países modernos también permitió la mayor diversidad, pues creó el único sistema en que cada quien pueda hacer su propio proyecto de vida y a la vez convivir pacíficamente en sociedad. No ignoramos retrocesos y excepciones notables, pero el avance del mundo moderno es innegable.

Las instituciones como las cortes o la propiedad privada también juegan papeles importantes en los países modernos. Pero, explica McCloskey, lo que más importa es el valor que la sociedad le da a la libertad y dignidad del individuo. Después de todo, las instituciones se respaldan en los valores que existen en la sociedad. El cambio de valores es un fenómeno sociológico nada tecnocrático y hace recordar la “revolución social” que PPK visualiza para el Perú. 

En realidad, tales cambios ya se han estado dando en el Perú a medida que se ha ido modernizando desde los noventa. Y se ven los resultados. La desigualdad ha caído, han surgido nuevos empresarios y empresas multinacionales peruanas, la mortalidad materna se ha reducido en más de 60%, el ingreso per cápita se ha más que duplicado, etc., etc. 

Por supuesto que hay muchísimo más por hacer y está lejos el Perú de ser un país moderno. El deficiente Estado de derecho y la pesada regulación laboral son solo dos ejemplos del atraso peruano. La arbitrariedad de las regulaciones debilita el Estado de derecho a la vez que su peso excluye al 70% de los trabajadores del protegido sector minoritario formal. Reformas en estas y otras áreas que den más oportunidad y que reconozcan la dignidad de todos los ciudadanos son necesarias. En la medida en que los peruanos compartan los valores que han conducido a tantos países al desarrollo, ayudará al requerido esfuerzo político a hacer las reformas.

El Perú puede ser un país moderno, quizás no en cinco años, pero tampoco necesitamos esperar un futuro bastante lejano. De todas maneras, esa visión es la correcta y el criterio para juzgar el mandato de PPK debe ser si cumple o no con ella.