Si el Gobierno no pide ayuda, puede que Martín Vizcarra corra el riesgo de pasar de presidente de las crisis a presidente en crisis. La complejidad de la situación lo amerita. (Foto:Presidencia)
Si el Gobierno no pide ayuda, puede que Martín Vizcarra corra el riesgo de pasar de presidente de las crisis a presidente en crisis. La complejidad de la situación lo amerita. (Foto:Presidencia)
María Alejandra Campos

Si hay algo a lo que no ha logrado vencer en lo que va de su gobierno es al Estado. Este elefante inmenso, torpe y lento sobre el que el país avanza a trompicones.

La gestión siempre ha sido su principal debilidad y Vizcarra lo sabe. Le costó popularidad, ministros y frustraciones políticas. Lo venció, de hecho, y el presidente ofreció irse, pero no lo dejaron. Y ahora, pasado el shock inicial de la llegada del al país, el reto del Estado emerge otra vez. Imponente y enredado, le recuerda al Gobierno que no tiene la solidez ni los cuadros para dominarlo. Aunque apenas ha pasado algo más de un mes luego de que se anunciase el primer caso de , la ansiedad por ver que el Gobierno no mantiene el ritmo asertivo de respuesta con el que arrancó la emergencia empieza a acumularse.

Martín Vizcarra ha anunciado ayer que la cuarentena se extenderá hasta el 26 de abril y ya más de un experto levanta la voz de alarma sobre la falta de estrategias paralelas que permitan reactivar el país sin exponernos al contagio. Las pruebas aún no son suficientes, la identificación de potenciales contagiados tampoco, los respiradores no alcanzan y la población vulnerable no está del todo protegida. La capacidad del Gobierno está quedando nuevamente corta para gestionar los múltiples retos que implica enfrentar una emergencia de esta magnitud con la precariedad de recursos con los que cuenta.

Es cierto que los principales sectores involucrados continúan trabajando a toda máquina para tratar de cumplir con sus responsabilidades. Las ojeras de los ministros de Salud, Inclusión Social o Economía se hacen más notorias luego de cada día de conferencia. Pero el esfuerzo no parece alcanzar.

Y así se abre una pregunta terrible: ¿cuál es la probabilidad de que Martín Vizcarra y su Gabinete logren en un par de semanas lo que este no ha logrado en todo su gobierno? Que lo que quiera hacer, efectivamente, llegue a realizarse sin quedarse durmiendo el sueño de los justos sobre los escritorios de un ejército de burócratas paralizados.

En una situación normal diría que para qué pedirle peras al olmo. Que mejor no hacerse expectativas porque se termina uno molestando por problemas que no tienen solución.

Sin embargo, esta claramente no es una circunstancia normal. No solo el país necesita que el Gobierno consiga ejecutar una estrategia de contención del virus sin necesidad de cuarentena, sino que la inmensa mayoría de peruanos están dispuestos a poner el hombro para lograr que esto suceda.

Tal como se ha hecho con éxito en el sector Salud o como se hace en el Ministerio de Economía, se podría convocar a grupos de expertos de la academia, el sector privado, profesionales independientes y funcionarios públicos para buscar alternativas que faciliten una gestión eficiente del Estado en esta crisis. Desde propuestas de marcos normativos a fin de facilitar la adquisición de bienes para la emergencia hasta –como sugiere Carlos Ganoza– sistemas de seguimiento por GPS a los contagiados.

Si el Gobierno no pide ayuda, puede que Martín Vizcarra corra el riesgo de pasar de presidente de las crisis a presidente en crisis. La complejidad de la situación lo amerita.

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