Para todos aquellos que nos dedicamos al rubro de educación superior, las actuales circunstancias han originado la utilización de plataformas tecnológicas ad-hoc y la reformulación de metodologías de enseñanza. Con ello, se intenta atenuar las limitaciones de no estar físicamente en un salón de clase. Mi impresión es que, a pesar de sus beneficios, la educación virtual nunca reemplazará totalmente a la presencial. Sin embargo, tras la pandemia, el elemento virtual tendrá un rol más preponderante.
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En marzo, ante los albores de la pandemia en Perú, varios centros de estudio ya contaban con un componente virtual, pero no estaban preparados para depender 100% de esta modalidad. ¿Cuáles son las acciones que tuvieron que llevarse a cabo para tener éxito bajo estas nuevas circunstancias?
Un primer punto se centra en la capacidad de anticiparse. En algunas empresas del rubro, la adecuada preparación en materia tecnológica (antes de que la cuarentena sea instaurada) ayudó a que la transición hacia una modalidad 100% virtual sea ordenada y fluida. Mención aparte merece la importancia de la selección de la plataforma tecnológica que mejor se adapte a las necesidades de los alumnos.
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Una segunda arista se basa en la adaptación de mallas curriculares acordes al nuevo contexto educativo. Resulta importante que la clase centre la atención en los temas más relevantes y los periféricos puedan profundizarse a través de lecturas y material complementario. De preferencia, será mucho más fructífero que los alumnos hayan revisado este material de manera anticipada. Así, la interacción es más frecuente y los alumnos pueden hacer un mejor aprovechamiento de la clase.
Un tercer punto enfatiza en la utilización del software que enmarque la relación entre los alumnos y el facilitador. El software debe permitir organizar adecuadamente los cursos, configurar foros de discusión y trabajos grupales, programar sesiones de clase y hacer un seguimiento personalizado a las calificaciones, evaluaciones y asignaciones. Asimismo, este software debe integrarse fácilmente a las plataformas de comunicación utilizada en la clase, de manera que el alumno tenga una mejor experiencia de aprendizaje.
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Un cuarto tema está relacionado con la labor del profesor o facilitador. El facilitador necesita más recursos para comprobar la adecuada comprensión de los temas impartidos en clases. En este sentido, las clases necesitan más herramientas tecnológicas de interacción con los alumnos en tiempo real y, sobre la base de ello, organizar discusiones de corto tiempo. Asimismo, en comparación a una clase presencial, el profesor debe utilizar más recursos para captar la atención de los alumnos y mantenerlos interesados (desde la mirada hacia la cámara y su gesticulación hasta la invitación a los alumnos a sentirse cómodos interviniendo). Así, el rol de “ice-breaker” del facilitador es vital para que la clase funcione.
En suma, a pesar de los múltiples beneficios de la educación virtual, para que ésta sea realmente enriquecedora, debe ir acompañada de acciones y planes que atenúen sus limitaciones frente a la presencial. En este contexto, tras la pandemia, probablemente se retorne a un componente dual (llamado b-learning), pero con una mayor preponderancia del recurso virtual.
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