Por: Melvin Ledgard
Cuando el domingo 3 de noviembre de 1957, El Dominical estrenó la primera contraportada en la que aparecía el Supercholo, la bautizó con el nombre de su protagonista. El prefijo super- que antecedía a la designación social y étnica de cholo —que cabía entender como representante de ‘hombre promedio’ de nuestro país— lo emparentaba al primer superhéroe de historieta, Superman, que entonces estaba por cumplir veinte años. Superman era una industria con muchos guionistas y dibujantes. Al Supercholo solo lo dibujaron tres —desde su debut hasta la primera mitad de los años sesenta lo hizo Víctor Honigman; en los ochenta, Antonio Negreiros, y en la segunda mitad de los noventa, Carlos Castellanos— y tuvo un solo guionista acreditado, Francisco Miró Quesada C., quien firmaba como Diodoros Kronos. Este era un nombre parecido al de un filósofo griego del siglo IV a. C., pues el propio Miró Quesada decidió ser filósofo tras quedar deslumbrado con La crítica de la razón pura de Kant. A diferencia del alemán, que pareció abandonar los placeres mundanos para estudiar cómo pensábamos, al peruano le interesaron también los existencialistas franceses, tocar el saxo y, convertido en guionista de historietas, fabular aventuras delirantemente imaginativas.
El Súper Cholo
El Supercholo vio la luz en 1957 con guion de Diodoros Kronos y dibujos de Víctor Honigman. Viajó por el mundo, enfrentó dinosaurios y fue hasta el centro de la Tierra. En la segunda etapa (1985-1989) se sumó al Capitán Intrépido a sus aventuras.
En la última etapa (1995-1998), a la historia se le agregó un toque de ciencia ficción. El Supercholo y el Capitán Intrépido jugaron un campeonato intergaláctico de fútbol. En todas sus aventuras nunca lo abandonó su fiel llama Chaccha.