
Cuando hablamos de Jack Lemmon nos viene a la mente la célebre frase que, dicha a un equívocamente enamorado Joe E. Brown, ofrece rotundo y abierto final al clásico “Some Like It Hot” (1959). “Nadie es perfecto” define además al actor que encarnó, mejor que nadie, al hombre común y corriente, mediocre y frágil, obsesivo y maniático. Un hombre común, sí, pero de una presencia escénica plástica en extremo, ideal para la comedia de situaciones.
Podía representar un repertorio de complejos, ‘tics’, manías y obsesiones. “Jack Lemmon era una estrella, pero a su manera”, nos dice el crítico Ricardo Bedoya. “No tenía el carisma, ni la belleza, ni la postura, ni la atracción gravitatoria de otras estrellas. Sin embargo, cuando tú ves su actuación, quedas totalmente magnetizado, pegado a él. Esa era su virtud”, señala.
El hombre sin atributos
John Uhler Lemmon III nació el 8 de febrero de 1925, hijo de un fabricante de buñuelos en Massachusetts. Estudió actuación en la Universidad de Harvard y a finales de los años 40 probó suerte en la radio y en la naciente televisión. Debuta en un pequeño papel en “The Lady Takes a Sailor” (1949) de Michael Curtiz. Pero pisará fuertemente Hollywood como compañero de Judy Holliday en “It Should Happen to You” (1954), de George Cukor, para pronto trabajar con Billy Wilder en sus grandes clásicos.
“Lemmon es un actor que surge en una época en que el cine estaba cambiando”, advierte Bedoya. “Si comparamos sus comedias con otras clásicas de Cary Grant o Don Ameche, las encontrarás muy distintas: hay un lado de amargura y crítica inédito entonces. Billy Wilder, un director europeo dueño de un humor oscuro, nos muestra el lado oscuro de aquella sociedad próspera de los años 50. Llegó a Hollywood para “sabotear” ese sueño de perfección doméstica”.
Bajo la dirección del cineasta austriaco, el actor rodó algunas de las comedias más exitosas de la historia del cine, como “Some Like it Hot” (1959) junto a Marilyn Monroe y Tony Curtis, o “El apartamento” (1960) e “Irma la dulce” (1963), con Shirley MacLaine como co protagonista.

Aunque su fama se las debe a la comedia, Lemmon destacó también en el género dramático. Prueba de ello son filmes tan memorables como “Días de vino y rosas” (1962), “Desaparecido” (1982) y “Glengarry Glen Ross” (1991). Obtuvo el Óscar en dos ocasiones: como actor de reparto en la comedia “Mister Roberts” (1955) y luego como mejor actor por “Save the Tiger” (1972).
Fue Billy Wilder quien encontró la fórmula mágica al unir a Lemmon con Walter Matthau por primera vez en “La galleta de la fortuna” (1966), filme que dio inicio a una legendaria unión profesional. Matthau era el cascarrabias, descuidado, perezoso y vividor. Lemmon el juicioso y ordenado en extremo. Su última trabajo fue “The Odd Couple II”, en 1998. Matthau murió el 1 de julio de 2000, Lemmon un año después.
Encerrados en “El apartamento”
“The Apartment” (1960) es una sátira sobre un hombre común y comente. Bobo, romántico y alegre, el personaje de C.C. Baxter interpretado por Lemmon desprende compasión en su insignificancia. Ha convertido su departamento de soltero en el bulín para sus superiores, esperando con ello escalar posiciones en la oficina.
Por su parte, Fran Kubelik (memorable Shirley MacLaine) es la ascensorista de la empresa, de la que Baxter está perdidamente enamorado. Y ella, a su vez, ama a uno de los gerentes de la empresa, Jeff D. Sheldrake (Fred MacMurray).
Enfocada en la miseria del trabajador de clase media y la envenenada idea del amor romántico, el filme de Billy Wilder se considera la comedia perfecta y también el drama perfecto: es una película total, liberada de géneros. El ascensor y los pisos de arriba a los que Baxter aspira ocupar es la brillante metáfora creada por Wilder para definir las reglas en esta humillante jungla laboral y sus pantanos de falsa meritocracia. Como una personal celebración por el centenario del actor, el filme (junto con “Irma la dulce”) puede verse en la plataforma de Prime video.