Foto de Victoria Santa Cruz durante los años que dirigió el Conjunto Nacional de Folclore
El ritmo eterno de Victoria Santa Cruz | Homenaje
Carlos Oré Arroyo

“Hoy sé quién soy”, repitió Victoria Santa Cruz en diversas entrevistas que concedió durante la etapa final de su carrera artística; lo decía con voz firme, moviendo decididamente los brazos y clavando la mirada en quien la oyera. Así daba paso a una serie de reflexiones surgidas a partir de durísimas experiencias por su condición de afrodescendiente. Su niñez y adolescencia fueron traumáticas por este motivo y tuvieron que pasar muchos años para que ella consolidara aquella arrolladora personalidad que todos recordamos, y cuyo himno es aquel famoso poema “Me gritaron negra”.

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Santa Cruz recordaba su primera experiencia de discriminación, cuando aún era una niña, así: “Una puñalada fue una caricia comparada con lo que sentí aquel día. Empecé a odiar a los blancos; si alguien me hubiese dado una ametralladora hubiese matado… Felizmente nadie me la puso”. En su caso ese desprecio inicial a través del arte se convirtió en un mensaje que invitaba al mundo a reconocer, disfrutar y difundir su diversidad.

—Orgullo y prejuicios—
Tras haber brillado con las presentaciones de la agrupación Teatro y Danzas del Perú y haberse formado durante cuatro años en París, Santa Cruz recibió el encargo de dirigir el Conjunto Nacional de Folclore. Nuevamente, tal como había sucedido en su infancia, los prejuicios la persiguieron. “Muchos creyeron que Victoria no estaba capacitada para asumir este pedido, guiándose por la idea de que ella solo se especializaba en la música afroperuana”, dice Luis Rodríguez Pastor, director del Seminario Afroperuano de Artes y Letras y editor de Ritmo, el eterno organizador, el único libro que ella publicó.

Santa Cruz empezó a trabajar creando lazos con artistas y especialistas de diversas regiones del país. De aquella experiencia nació su amistad con los músicos ayacuchanos Jaime Guardia y Máximo Damián; tales fueron los vínculos que este último se despidió de ella tocando el violín durante su cortejo fúnebre en 2014.

“Las personas que la conocieron cuentan que su trabajo era escrupuloso y admirable. Victoria se informaba de la música y de todos los detalles relacionados con la danza y vestuario”, afirma Rodríguez Pastor. Fue tal la popularidad del conjunto bajo su dirección que se presentaron en las Olimpiadas de México 86 y llegó a ser descrito como “la mejor y más interesante compañía de danzas folclóricas que se haya visto en años”, por un crítico de arte de The New York Times.

Durante los nueve años que tuvo a su cargo el conjunto, Santa Cruz buscó compartir su admiración hacia la diversidad que nos rodea y demostrar “el importante rol que cumple obstáculo”, frase que sirvió de título de una conferencia que ofreció en el Congreso de la República y en la que quería decir que las dificultades de su vida se convirtieron en un impulso de superación. Esta ponencia quedó reproducida en el libro El Perú en los albores del siglo XXI, publicado por el Fondo Editorial del Congreso.

—Tesoro rescatado—
Son pocas las herramientas que se tienen para conocer a profundidad el pensamiento de Santa Cruz, pues lamentablemente no existe un trabajo que recopile su labor creativa, declaraciones y ponencias. Solo queda su libro Ritmo, el eterno organizador, que refleja no solo sus ideas sino también su personalidad. El estilo directo y reflexivo que hay en cada una de sus líneas evidencia cómo era ella en realidad. Santa Cruz afirmaba que “si uno empieza a comprender quién es y asume su responsabilidad sin buscar a quién culpar, empieza a encontrar esa clave que dice ‘conócete a ti mismo’”.

Ritmo: el eterno retorno fue el único libro que publicó Victoria Santa Cruz. El Seminario Afroperuano de Artes y Letras ha reeditado esta publicación con un primer tiraje de 1000 ejemplares.
Ritmo: el eterno retorno fue el único libro que publicó Victoria Santa Cruz. El Seminario Afroperuano de Artes y Letras ha reeditado esta publicación con un primer tiraje de 1000 ejemplares.

Esa idea fue el primer paso que le permitió descubrir una herencia cultural —la afroperuana— construida a lo largo de siglos y asumir el compromiso de difundirla; esto le permitió convertirse en la Victoria Santa Cruz que hoy recordamos.

En una de las entrevistas más memorables que le hizo Marco Aurelio Denegri, Santa Cruz confesó que el hecho de ser mujer, negra, latinoamericana y peruana había significado un obstáculo en su vida. Hoy, aunque el racismo no ha cesado del todo, existe un mayor reconocimiento a los aportes de la cultura de herencia africana en nuestro país, y esto es, en buena parte, gracias al trabajo de mujeres como Victoria Santa Cruz Gamarra.

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