Sergio Galliani: "En el Perú se encasilla al actor"

Esta semana Sergio Galliani cumple 50 años. Pensaba estar jubilado a esa edad, pero sus planes cambiaron en el camino. Ahora que "Al fondo hay sitio" terminó luego de ocho años en televisión, el retiro –que él entiende como seguir trabajando pero sin la presión de tener que cumplir con algún proyecto– ha vuelto a rondar su cabeza. Pero todavía no. Primero, un año sabático. Sentado en un viejo salón del teatro Ensamble, revela su proyecto más importante del 2017: "En setiembre me voy un mes al Himalaya". También están, claro, sus próximas películas y obras que dirigirá.

En “Cebiche de tiburón” interpretas a una especie de brujo, un chamán. ¿Por qué decides interpretar un personaje así?

Porque me pareció divertido. Yo, que soy cero creencias, decidí encarar un personaje que en cierta forma es un farsante. Intenta embaucar al protagonista del filme.

La película tiene un fuerte mensaje en defensa de la vida marina. ¿Cabe la crítica social en una película ligera?

El mensaje está enmarcado en una comedia fantástica, los personajes están pensados así. Las tomas son alucinantes, hay escenas que se han grabado fuera, en lugares increíbles.

Lo digo porque a veces este tipo de comedias son vistas por sobre el hombro, que no aportan nada.

Lo que pasa con la comedia en el Perú y con el cine peruano en general es que se hacen cada vez más películas, pero pocas se hacen con un tratamiento cinematográfico. La comedia es un género que todavía no manejamos a nivel cinematográfico en el Perú.

¿En “Cebiche de tiburón” veremos un trabajo elaborado?

Por supuesto. A mí me encanta porque hace ocho años que no hago cine en el Perú. La última vez fue en el 2009, una película chilena grabada en Chile, “El inquisidor”.

¿Qué le viste a “Cebiche de tiburón” para que te animes a volver al cine después de tanto tiempo?

Primero el hecho de que ya tenía ganas de volver a hacerlo. Cuando hablé con Daniel [Winitsky, el director] me explicó con detalles su trabajo y me animé. Lo poco que he visto de la película, me ha dejado contento.

¿Has visto algo en el cine peruano que te haya sorprendido últimamente?

He visto muchos tipos de propuestas, desde las más locas de bajo. En realidad creo que hay muchas ganas por hacer películas en el formato correcto para que se proyecten en el cine.

¿Y esta película cumple con las exigencias cinematográficas?

Lo que pasa es que en el Perú lo importante es hacer primero, porque recién se está creando un mercado para películas nacionales. Es lo mismo que ha sucedido en el teatro. Antes hacíamos producciones con una silla, una luz y una tela negra. Luego se comenzaron a hacer más cosas, entró la empresa privada… ahora se hace de todo. Desde microteatro hasta grandes musicales.

¿Consideras que el cine peruano está viviendo esa etapa que pasó el teatro en su momento?

Está pasando. El gran problema del teatro es que no hay espacios. No es que el público haya crecido, sino que el mismo público ve mucho más. Mientras no haya más cultura y educación para todos, la misma gente que iba a dos salas seguirá yendo a las 10 que hay ahora. Yo este año realizaré mis obras en este teatro [Ensamble], pero están dirigidas para un público alternativo, no entro a competir con el teatro comercial. Hago cosas un poco más libres, disparatadas, locas. Creo que el cine está en ese proceso, porque ahora hay productoras que planean su año y cantidad de películas. Antes eso no pasada. Lombardi, en su mejor época, hacía una película cada año y medio.

El actor asegura que tiene libertad para poder montar las obras de teatro que le gustan (Foto: Nancy Chappell)

¿Hay alguna fórmula para el éxito en el cine o el teatro?

En el arte no hay fórmulas, cuando las hay se va todo a la mierda. Te conviertes en un artista hacedor de panes. En el Perú encasillamos al actor, y para que el artista salga de ese cajón es muy difícil. Como actor a mí me interesa hacer comedia, drama, de todo. La estrategia adecuada sería que, luego de sacar un éxito hagas un proyecto más personal. Creo que por ahí va el asunto.

En cuanto al teatro, el cierre de Plan 9 golpeó la escena local. Tú continúas al frente del teatro Ensamble. ¿No temes llegar al punto de que el negocio no funcione?

Hay dos puntos. Yo soy empresario, pero también hago mis cosas. Hace tres años monté “La chica de la torre de marfil”, un espectáculo que me costó casi 150 mil dólares. Con 40 personas entre actores, músicos, cantantes, deportistas extremos… no tenía un solo auspiciador. Lo hice con mi plata. Habré recuperado solo el 40 por ciento, pero lo asumí como que ese iba a ser mi gran aprendizaje. Y que a partir de eso podría hacer cualquier cosa, o si fallaba, me iría a mi casa para seguir actuando solamente. Después de 3 años, lo que me enseñó esa obra vale más que esos 150 mil dólares. Pero tras ese formato gigantesco, dirigí una obra con dos personajes, una mesa y dos sillas. Ese es mi otro rollo, el minimalismo. Y así, dirijo obras de mediana envergadura, a fin de año vuelvo a lo gigantesco…

¿La libertad es tu bandera?

Estoy en un punto de mi carrera en el que hago las cosas que quiero. Acá tengo mi escuela y mi teatro. Los primeros tres años albergué a los actores jóvenes. Lo que aprendía de ellos es mucho más de lo que me puede dar un teatro. Lo que ha sucedido con Plan 9 no creo que haya sido un mal manejo de dinero, sino que si tú asumes una continuidad de propuestas, de la manera en que hicieron David y Giovanni, presentar una obra tras otra, tienes que seguir un ritmo brutal. Ellos estrenaban cada tres meses un montaje nuevo y yo le preguntaba a Giovanni ¿cómo hacen? David encima actuaba en unas, dirigía en otras. Ellos se metieron en la empresa de hacer teatro para el mercado comercial en un teatro que ya no es comercial. Creo que ahí se dio la disociación entre lo que ellos presentaban, el público que esperaban y el público que iba. Claro, el aprendizaje que han tenido ha sido voraz. Pero en el teatro de la Biblioteca Nacional les iba súper bien…

Y de ahí salieron por factores ajenos a ellos.

La pésima administración de los teatros municipales, en este país es terrible. Prácticamente la biblioteca tiene solo una o dos temporadas al año. Es decir, sacan a Plan 9 para no darle continuidad. Por último, si habían cumplido su ciclo, pon después a alguien que haga cosas más grandes. Sacan a la productora que calentó ese teatro para no poner nada. El teatro Segura, por ejemplo. ¿Escuchas de alguna obra que se haga allí? Hay ballet, pero no son shows regulares. Es de todos pero no es de nadie, nadie lo puede usar. Ese es el rollo. Y después cuando entras a hacer obras, incluso te sale más caro hacerlas. ¡Debes cobrar entradas más caras en un teatro municipal! Estamos llenos de elefantes blancos. Con lo de Plan 9 se ha apagado un foco importante dentro del circuito teatral.

Hablemos de televisión. ¿Hay vida después de “Al fondo hay sitio”?

¿Hay vida después de la vida? Sí, claro que hay. Ahora estoy en un tiempo sabático de la televisión, de la serie, de mi personaje, me lo tengo que sacar, tengo que volver a mí. Más aún después de ocho años. No quiero entrar ahorita a hacer otro personaje porque se me van a salir cosas del anterior. Me voy al Himalaya en setiembre por un mes a botar todo y cargarme de energías.

¿Hace falta un cambio generacional de actores en la pantalla?

Más que eso, se trata de refrescar historias, presentar tendencias nuevas.

¿Se puede hacer eso en la televisión peruana? La ficción nacional está de capa caída, ya no hay producciones.

Lo que pasa es que los ‘realities’ entraron a cubrir esos horarios. Los únicos que nos mantuvimos incólumes con la bandera en alto éramos los de “Al fondo hay sitio”. Todo es cíclico. Hay muchos proyectos en proceso. La televisión bien hecha es importante porque te da la exposición necesaria ante público para que te puedas mostrar en otros ambientes como el cine y el teatro. Obviamente, para eso tienes que tener una formación actoral.

Y mal que bien “Al fondo hay sitio” era trabajo fijo para los actores, que usualmente no lo tienen.

Sí, los actores estamos acostumbrados a cambiar de piel. Antes hacía obras de teatro de 9 meses de temporada. Ahora hacemos dos meses y medio y ya nos botan del teatro. El pensamiento es “la gente se aburre”. Ahora debes presentar tres proyectos por año… ¿en qué momento descansas? ¿En qué momento recuperas tu dinero? No debería ser así. Este es el único país en donde un proyecto rentable te lo cortan. Estoy seguro de que a Plan 9 le hubiera ido mucho mejor si, cuando hicieron “Demasiado poco tiempo”, un estupendo montaje, continuaban presentándolo durante un año a sala llena. Con eso se aseguraban dos años de producciones.

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