"Un buen taxista es difícil de encontrar".
"Un buen taxista es difícil de encontrar".
/ Colmillo Blanco
José Carlos Yrigoyen

La narrativa urbana de acentos marginales y juveniles debe ser una de las vertientes más fecundas de nuestra literatura actual. Cada cierto tiempo nos llegan reuniones de cuentos y novelas imbuidas en esos derroteros con resultados dispares. De cuando en cuando nos topamos con alguna voz que sortea las convenciones del género para proponer una perspectiva singular y reconocible (es el caso de “Barrio Laberinto” de Leonardo Ledesma Watson, los libros de J.J. Maldonado o los cuentos de “Nadie nos extrañará” firmados por Luis Palomino) pero la gran mayoría no supera los lugares comunes que desde los noventa nos asedian; por ello la sensación de un deja vu es casi inexorable al emprender su lectura.

Sin embargo, hay quienes creen que todavía hay algo que inscribir sobre los telares del realismo citadino. Por ejemplo, Aarón Alva (Lima, 1987), del que ya teníamos conocimiento gracias a sus interesantes e informadas reseñas literarias en páginas digitales y por su primer libro, “Cuentos ordinarios” (2017), conjunto muy correcto enfocado en el microcosmos del centro de Lima. Retorna con “Un buen taxista es difícil de encontrar”, trabajo mucho más cuajado que lega un óptimo relato y varios tramos donde constatamos un afianzado dominio formal y de las situaciones. El volumen está compuesto por cuatro cuentos largos enlazados por la presencia -sugerida, anunciada o difuminada- de una ciudad ficticia llamada Iliana, urbe que los pobladores de Lima idealizan como un lugar seguro y próspero, un refugio para huir de los padecimientos que malogran sus vidas mínimas.

El mejor de los cuentos es “Concurso de música”, historia de un profesor de medio pelo que detesta los gustos y costumbres de los adolescentes a los que enseña, al que muy ribeyrianamente se le presenta la posibilidad de escapar de su grisura al ser elegido jurado de un premio organizado por cierto club de linaje. Alva sabe animar esta fábula de pesares y equívocos mediante acciones elaboradas a través de una consolidada coherencia de los planos mentales y exteriores del mundo que se nos emplaza. Ello se logra, entre otros recursos, debido al diestro uso del monólogo interior, que rebusca con perspicacia y humor en los deseos y temores que sabotean al protagonista en los instantes decisivos.

Las restantes narraciones son más desiguales; combinan espacios en los que Alva saca a relucir sus habilidades técnicas y su bullente imaginación para los diálogos con otros en los que la resolución de los conflictos nos deja impertérritos. Ocurre algo curioso con los cuentos “Un buen taxista es difícil de encontrar” o “Relatos de bicicleta”: preferimos los tiempos muertos en que los personajes se

confiesan o abundan en temas aparentemente sin importancia que los puntos supuestamente climáticos. Alva mantiene la tensión de los primeros, pero falla en sostener la de los segundos, y creemos que esto se debe a la forzada convicción de que la violencia es el inevitable destino de sus criaturas (el asesinato de “Un buen taxista”, la amenaza del hermano enloquecido de “Una segunda primera vez” o la inverosímil lucha con embestida en bicicleta de “Relatos”). Cuando el patrón cambia, como en “Concurso de música” o en la sección inicial de “Relatos”, Aarón Alva demuestra su potencial y lo que podemos esperar de él.

La ficha
"Un buen taxista es difícil de encontrar"

Autor: Aarón Alva

Editorial: Colmillo Blanco

Año: 2022

Páginas: 131

Relación con el autor: ninguna.

Valoración: 3 estrellas de 5 posibles.

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