El presidente de Ecuador y candidato a la reelección, Daniel Noboa, pronuncia un discurso en su cierre de campaña este jueves en Guayaquil. (EFE/ Mauricio Torres).
El presidente de Ecuador y candidato a la reelección, Daniel Noboa, pronuncia un discurso en su cierre de campaña este jueves en Guayaquil. (EFE/ Mauricio Torres).
/ Mauricio Torres

Dueña de una de las mayores fortunas de Ecuador, para la familia Noboa el éxito en los negocios era inversamente proporcional a su suerte en la política. Grabadas están en la historia electoral del país las cinco veces que el patriarca del clan, el empresario Álvaro Noboa, postuló a la presidencia entre los años 1998 y 2013 sin éxito alguno, incluyendo tres segundas vueltas en las que se quedó con la miel en los labios.

Tuvo que llegar Daniel Noboa, uno de sus cuatro hijos, para torcer el devenir familiar. No fue ahora sino en la segunda mitad del 2023 cuando sorprendió a propios y extraños y se convirtió en el mandatario electo más joven en la historia del vecino del norte. En aquella ocasión venció en unas elecciones anticipadas por una crisis desatada entre los poderes Ejecutivo y Legislativo que le dieron el encargo de completar el gobierno fallido de Guillermo Lasso, es decir, año y medio en el poder.

Esta vez Noboa lo ha vuelto a hacer. Ante la misma rival que en el 2023 -la abogada correísta Luisa González- el presidente ha vuelto a vencer en primera y segunda vuelta, con mayor holgura incluso en este balotaje, y ahora sí tendrá la ocasión de ocupar el Palacio de Carondelet por cuatro años más, es decir, un período completo hasta mayo del 2029.

Y vaya que quedaron atrás los reveses electorales en la familia. Porque no será estrictamente una Noboa de sangre, pero sí por derecho: Anabella Azín, madre del jefe de Estado, obtuvo la votación congresal más alta en los comicios de febrero y podría ser la próxima presidenta de la Asamblea Nacional (Parlamento). Los Noboa al frente de dos poderes del Estado. Nada menos.

Para quien continuará liderando el Ejecutivo los mayores desafíos están claramente definidos. Y la urgencia de acometerlos es indudable.

1
Criminalidad desatada otra vez

La violencia y la crisis de inseguridad continúa siendo la mayor preocupación de los ecuatorianos. Si bien Noboa se ufanó hace unos meses de haber disminuido la tasa de homicidios del récord de 47 por cada 100.000 personas en el 2023 a 38 en el 2024, los datos del primer trimestre de este año le están dando un cachetazo. En lo que va del 2025 se han registrado más de 2.200 asesinatos, lo cual significa aproximadamente un homicidio por hora y rebasa además las cifras de espanto del 2023, que le dieron a Ecuador el triste honor de ser el estado con la mayor tasa de delincuencia en la región.

2
Menos show y más efectividad

Como señala el diario español “El País”, la violencia en la nación norteña no solo persiste, sino que se expande: los delitos de extorsión y secuestro se han incrementado un 35% en los últimos cuatro meses, según las cifras oficiales. Los indudables apoyos que Noboa cosechó como un político de mano dura contra el narcotráfico y las bandas calificadas por él como terroristas, vestido con chaleco antibalas y poniéndose al frente de aparatosas operaciones militares, ya no son suficientes. Como tampoco lo son los toques de queda nocturnos y los estados de excepción.

3
El hueco en los bolsillos

Los ecuatorianos han votado en este balotaje angustiados por la pobreza, que alcanza al 28% del país, y por el desempleo y subempleo, que atenaza al 23%. Una década de gasto sin bonanza petrolera elevó, además, la deuda pública a cerca de 57% del PBI. Más de 132.000 ecuatorianos perdieron su empleo el año pasado, en un escenario de inversión estancada y confianza empresarial a la baja. La crisis energética también está golpeando fuertemente en los últimos meses, lo cual se ha traducido en apagones de hasta 12 o 14 horas diarias en Quito y otras ciudades.

4
Desconfianza del exterior

Hace exactamente un año, la Administración Noboa perpetró uno de los actos de política exterior más osados y polémicos de nuestra región en los últimos tiempos: ordenó el asalto a la embajada de México en Quito para capturar al exvicepresidente correísta Jorge Glas, condenado por corrupción y asilado por el gobierno de López Obrador. Si bien el hecho le reportó cierta dosis de aprobación popular entre sus gobernados, desató una condena unánime no solo entre los regímenes de izquierda sino en todos los gobiernos de la región. Y el temor de más acciones autoritarias como esta no se disipa.

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