"Las principales autoridades de salud recomiendan unánimemente que los gobiernos implementen medidas como el distanciamiento social". (Imagen referencial: Shutterstock)
"Las principales autoridades de salud recomiendan unánimemente que los gobiernos implementen medidas como el distanciamiento social". (Imagen referencial: Shutterstock)
Zoe Dauth

Los presidentes de Brasil y México, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), han subestimado el impacto real de la propagación del COVID-19, y con frecuencia han desafiado las recomendaciones de salud pública, como el distanciamiento social, al asistir a eventos públicos masivos. Por el contrario, el presidente peruano, Martín Vizcarra, fue uno de los primeros líderes de la región en tomar medidas más estrictas para afrontar esta crisis.

Las principales autoridades de salud recomiendan unánimemente que los gobiernos implementen medidas como el distanciamiento social para aplanar la curva y reducir el número de casos, para que no abrumen a los sistemas de salud pública; dice el Dr. Nelson Arboleda, Director de las Américas en la Oficina de Asuntos Globales del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. Según el Dr. Jarbas Barbosa, Subdirector de la Organización Panamericana de la Salud, los líderes deben "discutir el momento y las medidas que deben adoptar para reducir la transmisión [incluyendo] el cierre de escuelas, reuniones masivas y otras medidas".

A falta de evidencia científica, Bolsonaro sugirió que los brasileños han desarrollado inmunidad al COVID-19, "Creo que muchas personas ya han sido infectadas en Brasil, hace unas semanas o meses, y ya tienen los anticuerpos que ayudan a no proliferarlo”. Mientras tanto, en México, AMLO ignorando los consejos de su propio gobierno de quedarse en casa, visitó el estado noroeste de Sinaloa, en donde inclusive tuvo oportunidad de darle la mano a la madre del infame narcotraficante conocido como “El Chapo”.

Muchos temen que las ya frágiles economías latinoamericanas entren a una peligrosa espiral debido a la crisis. Las predicciones para el crecimiento del PIB en 2020 han disminuido desde un +1.3% en diciembre a -1.8% desde el comienzo de la crisis. Esto podría ocasionar un aumento en el desempleo de 10 puntos porcentuales. Actualmente la región padece de infraestructura deficiente y sistemas de salud con fondos insuficientes. Según la OMS, en 2016, los países latinoamericanos gastaron en promedio el 8,6 por ciento del PBI en atención médica, no muy distinto del 9,9 por ciento gastado por los miembros de la Unión Europea; sin embargo, las grandes ‘brechas de capital’ son un desafío persistente, y hay grandes disparidades en acceso y calidad. Es especialmente preocupante el caso de Venezuela; donde estos problemas se ven agravados por una crisis humanitaria en desarrollo y en deterioro. Pero también hay noticias positivas.

La forma más clara de comparar las diferentes políticas para enfrentar el coronavirus en América Latina es la progresión de casos confirmados en países con al menos 100 casos. Los esfuerzos realizados por Perú se muestran favorablemente: 10 días después de cruzar el umbral de 100 casos, Perú tenía 635 casos, Chile tenía 1,142 y Brasil tenía 2,201. Nueve días después, cuando Perú tenía solo 71 casos y 0 muertes, Vizcarra declaró el estado de emergencia nacional y estableció controles estrictos sobre el movimiento de personas dentro del país. Chile implementó medidas de cuarentena el 18 de marzo, 15 días después de la confirmación del primer caso, con 238 casos. Bolsonaro evitó las medidas a nivel nacional y menospreció a los líderes locales que las implementaron. Hasta el día de hoy, Brasil ha visto 9,056 casos nuevos y 359 muertes. En Chile, esas cifras son 4,161 y 27 muertes, respectivamente. En Perú, los números son significativamente más bajos, con el país reportando 1,746 casos nuevos con 73 muertes. En Venezuela, el potencial de propagación es profundamente alarmante dada la falta de credibilidad de los números anunciados por el régimen.

Vizcarra también ha actuado rápidamente en el frente económico, y en coordinación con el presidente del Banco Central de Perú, Julio Velarde, quien ha demostrado un fuerte liderazgo en medio de esta crisis y durante sus 14 años de gobierno del Banco. Otra figura estelar en el gobierno peruano es la ministra “millennial” de Economía y Finanzas, Maria Antonieta Alva. Para estabilizar los mercados locales y disminuir el repentino freno económico, el Gobierno negoció rápidamente un estímulo fiscal récord, con una línea de contingencia de hasta $18 mil millones del FMI. El paquete económico de $26 mil millones consiste de gastos de atención médica, exenciones tributarias y garantías de préstamos.

El presidente Vizcarra demuestra liderazgo diariamente cuando, alrededor del mediodía, se dirige al público para compartir los últimos datos y desarrollos de política, de una manera clara y directa. Esta comunicación decisiva y coordinada desde las altas esferas de gobierno ha resultado crucial, especialmente cuando está fundamentada por evidencia. Asimismo, ayuda a establecer respuestas institucionales de los sectores, en una suerte de efecto en cascada, hacia desde otras instancias del gobierno, la policía y las fuerzas de seguridad, hasta llegar a los ciudadanos. La confianza en las autoridades proviene de la congruencia entre los mensajes y la implementación de las políticas anunciadas.

Irónicamente, Vizcarra es un presidente no electo que accedió al más alto cargo luego de la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski. Cualidades poco populistas como ser pragmático, decisivo y orientado a la solución de los problemas de la población son las cosas que lo están haciendo popular en este momento: una encuesta de Ipsos publicada el 22 de marzo encontró que su índice de aprobación aumentó 35 puntos en una semana al 87 por ciento. Alrededor del 96 por ciento aprueba el toque de queda y el 95 por ciento apoya la cuarentena nacional.

La progresión de los casos posteriores a los 100 de COVID-19 ya ha demostrado que las medidas rápidas de Vizcarra han sido catalíticas para mitigar el daño de esta catastrófica pandemia. Solo el tiempo dirá cómo terminará esta crisis sin precedentes en el Perú y el resto de la región, sin embargo, lo que ya está claro es la importancia del capital político, el liderazgo y la confianza para gobernar con éxito en tiempos de emergencia nacional.

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