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La IA como aliada en el aprendizaje, no como atajo
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La IA como aliada en el aprendizaje, no como atajo

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Hace unas semanas, un estudio del MIT encendió las alarmas en el debate sobre el rol de la en la educación. Según los investigadores, el uso indiscriminado de herramientas genéricas de inteligencia artificial podría generar un “deterioro cognitivo”, ya que las personas que se apoyan exclusivamente en ellas tienden a realizar menos esfuerzo mental, reduciendo así su capacidad de razonamiento y memoria de trabajo. En otras palabras: cuanto más delegamos en la máquina, menos ejercitamos nuestras propias habilidades cognitivas.

El hallazgo no debería sorprendernos. Desde hace décadas, la pedagogía ha advertido que el aprendizaje real ocurre cuando el estudiante participa activamente en la construcción del conocimiento: se cuestiona, ensaya hipótesis, se equivoca, corrige y finalmente comprende. Lo que el MIT plantea es que, si la inteligencia artificial solo ofrece “respuestas rápidas” sin estimular este proceso, el riesgo es que terminemos con estudiantes que saben menos y dependen más.

Sin embargo, este escenario se puede evitar. La clave está en cómo diseñamos y utilizamos las herramientas de IA. Si las concebimos únicamente como un atajo, claro que empobrecen el aprendizaje. En cambio, si las desarrollamos con un enfoque pedagógico, pueden convertirse en poderosos aliados. Un ejemplo es el potencial de la IA para actuar uno a uno como un tutor personalizado, que guía al estudiante con preguntas socráticas, que retroalimenta en tiempo real y que adapta el contenido según el nivel de comprensión.

También en el estudio del MIT se subrayan los efectos negativos que aparecen cuando la IA reemplaza el proceso de razonamiento, pero no cuando lo complementa. Esta distinción es crucial: lo que está en juego no es la tecnología en sí, sino la forma en que la integramos al aula y al proceso formativo.

En América Latina, donde todavía enfrentamos brechas educativas estructurales, desde el acceso desigual a recursos hasta las limitaciones de acompañamiento docente, la IA representa una gran oportunidad. Pero no basta con desplegar chatbots o aplicaciones “inteligentes”: necesitamos garantizar que esas herramientas están validadas pedagógicamente y alineadas con objetivos de aprendizaje. En uDocz venimos apoyando a estudiantes e instituciones de toda la región, y nos llena de optimismo ver cómo ellos logran mejorar su rendimiento cuando estas tecnologías son aplicadas adecuadamente.

El reto es, entonces, doble. Por un lado, evitar que la IA se convierta en un sustituto cómodo que desincentive el esfuerzo cognitivo. Por otro lado, invertir en modelos que promuevan la reflexión crítica, la creatividad y la autonomía del estudiante. Como advierten los investigadores del MIT, la línea es fina: podemos tener un recurso que ilumine el camino del aprendizaje o, por el contrario, uno que lo oscurezca.

Al final, la pregunta central no es si debemos usar o no la inteligencia artificial en la educación, sino cómo la usamos. La respuesta definirá si formamos estudiantes pasivos y dependientes, o ciudadanos capaces de pensar, crear y resolver los desafíos del futuro.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Carlos Effio es CEO y fundador de uDocz.

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