(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Hugo Neira

Se nos ha ido Aníbal Quijano. A sus 90 años. Así, de golpe. Se nos ha ido un grande, no solo de la cultura peruana sino latinoamericana. En Lima ha habido algunos óbitos, qué bien. Pero siempre he dicho que tenemos una cultura de cementerio. Esperamos que el finado se halle en capilla ardiente para decir lo mucho que lo apreciamos. Lo que sigue lo dije en vida. En vida de Quijano.

He rebuscado en mis papeles, con la pena en el alma, uno que otro artículo en el que hacía referencia a la postura intelectual y moral de Aníbal y hallé varios textos. El primero, sobre las elecciones en Francia, habían elegido a varios trotskistas (“La República”, 11/5/2002).

“El trotskismo ha estado en el proscenio de honor en estas elecciones francesas que han dado de qué hablar, y lo seguirá estando si se quiere devolverle sentido a la política misma. Ha sido sorpresa de las elecciones francesas –la buena sorpresa– el voto por trotskistas […] Tal reconocimiento admira y sorprende a los vecinos europeos, en particular a los ingleses. Andreas Whittam del ‘The Independent’ de Londres: ‘decididamente, el marxismo francés es una especialidad cultural’. Y el periodista liberal les reconoce méritos: ‘[…] se enfrentan a la globalización, la emprenden contra lo que llaman el neoliberalismo, pero hay que reconocerles una pasión sin límites por la libertad’”. Artículo dedicado a Aníbal Quijano y a Hugo Blanco.

La segunda referencia, en “La República” (10/9/2004). Desde otro tema, “el fuego sagrado”.

“¿A qué edad se aprende la libertad? ¿Y en particular, la libertad de pensar diferentemente? ¿Qué edad tenía Mario Vargas Llosa cuando escribe su primer relato? Aquel con el que gana un viaje a París. No más de 23 años. La misma edad de José Carlos, cuál va a ser, Mariátegui, joven viajero de vuelta de Italia y su periplo europeo. El de ‘La escena contemporánea’. Lo mismo, juventud, pero no ‘light’ sino incandescente. No estoy diciendo que un joven tenga que ser inevitablemente un gran filósofo o un gran narrador o un ensayista. Digo solamente que el fuego sagrado aparece en la juventud, o nunca jamás. En la mía, Luis Loayza ya había leído todos los libros del mundo. Y Macera o Aníbal Quijano ya eran lo que son, es decir, permanentes inconformes. No como en nuestros días, cautivos de una cultura ‘formatada’ para jóvenes”.

La tercera referencia a Aníbal Quijano la hice en El Montonero, el 10/11/2014. “Lafaye –americanista francés– habla de una ‘ecuación hispana’. Y me pregunto si no tenemos una ‘ecuación peruana’. Diría que sí. Con este reparo, no es feliz en la praxis política. Nuestra ecuación es antropológica y cultural, literatura, música, arte y cocina. Pero esa ecuación no ha logrado en dos siglos ni república ni nación. Pesan tres siglos de dominación. El vínculo de poder personal genera el compadre, la argolla y los amigos. Algunos se refieren a esos fenómenos como colonialidad, en especial Aníbal Quijano”. (Se le puede leer en Internet, en la antología de pensamiento crítico del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, hecha por Martín Tanaka). Quien bien escribe no muere nunca.

No soy trotskista, no tengo ese honor, pero nada cuesta decir que fueron la libre inteligencia, y todos le debemos, de Haya de la Torre a Octavio Paz, el antiestalinismo, o sea, una manera de ser de izquierda sin perder la lucidez. ¿Cómo negar el papel de una minoría que tuvo el coraje de ir a contracorriente? ¿Y sin personal interés? ¿Cómo negarle ese enorme mérito a Aníbal Quijano? Libre marxista, algo que no abunda.