(Foto: AFP)
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Ian Vásquez

Las elecciones presidenciales chilenas volvieron a sorprender este domingo. Se esperaban resultados estrechos, pero la victoria de fue contundente: ganó con más de 9 puntos de diferencia al recibir el 54,5% de los votos.

Esto ha sido interpretado como un giro a la derecha para Chile. Sin duda, las elecciones golpearon fuerte a la izquierda radical que ha jugado un papel importante en la política. Pero en los últimos años Chile ha girado hacia la izquierda y no debería sorprendernos si se queda allí o si sigue en esa dirección bajo el presidente Piñera.

Esta segunda vuelta fue algo inesperada después de la primera ronda en la que todas las encuestas erraron por amplio margen y Piñera recibió un porcentaje de votos muy por debajo de lo predicho. La derecha en esa primera contienda prácticamente empató con los candidatos de izquierda. La candidata de la izquierda radical obtuvo un impresionante 20,3% de la votación, un poco menos que el candidato oficialista de centro izquierda.

Para que Piñera ganara, tenía que obtener votos de la izquierda, y parece que eso es lo que ocurrió. Además, ganó en 13 de las 15 regiones de Chile, incluso en la Araucanía –la región más pobre del país, donde recibió el 62% del voto, su mayor porcentaje en estas elecciones– y regiones “de izquierda”, como Valparaíso y Atacama.
¿Cómo se explica la actitud del electorado? Según el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, el error de la izquierda no fue solo la “impericia” de la presidenta Bachelet, sino un mal diagnóstico de las preocupaciones de la clase media chilena y otros sectores que, en las últimas décadas, han vivido “gigantescos cambios” en sus condiciones materiales con la rápida modernización del país. Si bien los cambios sociales que acompañan al desarrollo producen nuevas inquietudes y ansiedades, eso no quiere decir que los chilenos rechacen la modernización a favor de alternativas radicales como aquellas propuestas por la izquierda.

Ante esta disyuntiva, los chilenos temieron perder lo que habían ganado con la modernización y optaron por el candidato no radical, una decisión fortalecida por la retórica radicalizada del candidato oficialista luego de la primera vuelta. Ese temor también hizo que la votación en la segunda ronda fuera notablemente más alta que en la primera (contrario al ausentismo que yo esperaba) y produjera el candidato presidencial con el mayor número de votos desde 1993. La clase media salió a defender la modernidad.

El récord de Bachelet tampoco ayudó a su candidato. El crecimiento anual promedio durante su gobierno ha sido de menos del 2%, mientras que el del primer gobierno de Piñera era de 5,3%. Y la retórica de la presidenta Bachelet también fue la de cuestionar y revertir las políticas que modernizaron a Chile, algo que parcialmente logró.

Pero si el candidato oficialista se movió a la izquierda en la campaña para la segunda vuelta, también lo hizo Piñera. Según el sociólogo Eugenio Tironi, prácticamente perdió la primera vuelta con un discurso crítico de las reformas de Bachelet y “ganó la segunda vuelta con […] un discurso que no toca ni con el pétalo de una rosa las reformas hechas por Bachelet, que se comprometió a continuarlas […]. El que gana la segunda vuelta es otro Piñera […] ya no anti-Bachelet, sino pro-Bachelet”.

De presidente, Piñera tendrá una minoría de votos seguros en la Cámara de Diputados. Observa Axel Kaiser de la Fundación para el Progreso: “Piñera puede ser el nuevo jugador, pero la cancha en la que juega es la que dibujó Bachelet”. Es difícil ver el giro a la derecha en Chile.