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La presidenta Dina Boluarte, que convirtió a la primera magistratura de la nación en fiesta con traje de coctel y eterna juventud tatuada en el rostro, no deja de sorprendernos. Esta vez su gobierno, sostenido en una alianza prebendaria con el Congreso, habló por boca de su presidente del Consejo de Ministros. Fue a Eduardo Arana Ysa a quien se le encomendó la complicada tarea de rendir homenaje al teórico de la República, José Faustino Sánchez Carrión, maltratado públicamente por el régimen del dispendio y la francachela que el abogado limeño desde hace un buen tiempo sostiene.

En el límite del cinismo, instalado en la cultura política peruana, Arana, quien fue parte del Gabinete que se negó a que este año llevara el nombre del redactor de la primera Constitución del Perú, nos recordó sobre las virtudes y el discurso “patriótico y libertario” de quien se encargó de trazar el “derrotero republicano”. En aras de la investigación que desde hace años vengo realizando sobre el Solitario de Sayán, puedo afirmar que, si se levantara de su tumba, que ni siquiera conocemos porque a nadie le importa ubicarla, denunciaría abiertamente a este nuevo “simulacro de República” que venimos padeciendo. Y acá retomo el concepto acuñado por el arequipeño Mariano José de Arce durante el accidentado tránsito del Virreinato a República, que se repite cual mito del eterno retorno, a 200 años del fallecimiento de José Faustino Sánchez Carrión en Lurín.

Resulta muy probable que ni Arana ni nadie de este gobierno –que ha convertido a la caja fiscal en combustible para los delirios de una caterva de depredadores– leyó las dos cartas que Sánchez Carrión envió al “Correo Mercantil, Político y Literario” y a “La Abeja Republicana” en 1822. Porque es en estos dos documentos, que deberían ser de lectura obligatoria en todas las escuelas del Perú, donde se encuentra plasmadas la teoría y la praxis de una República que se imaginó austera, ilustrada, justa y digna. A estas alturas de la administración Boluarte, es indudable que la pretensión, una característica que el congresista huamachuquino junto con el servilismo y el favoritismo despreciaba, constituye el núcleo de un nuevo simulacro de República, ahora ensangrentada. La ignorancia supina, no hay más que ver la imagen de Simón Bolívar en un póster donde el Congreso celebra “el legado republicano” de Sánchez Carrión (sic), es lo opuesto al amor por las humanidades que derivó en la conceptualización de la República peruana. Frente al recuerdo de las discusiones carolinas, encabezadas por Toribio Rodríguez de Mendoza, que giraban en torno al bien común y a la importancia de la ciencia para mejorar la vida material de todos los peruanos, ahora tenemos el robo, el desprecio por la inteligencia y la burla desfachatada a los derechos ciudadanos. Sin un edificio que cobije nuestra riquísima colección documental, con recursos fiscales dilapidados en obras mal hechas (no hay más que ver a ese seudoaeropuerto que tomó 20 años y cientos de millones de dólares en construirse) y con el peligro de que nuestros tesoros arqueológicos sigan siendo destruidos por la rapacidad reinante, queda claro que lo que hacemos es nadar en un pantano maloliente. Todo lo contrario al “derrotero republicano” que, de acuerdo a un atildado y circunspecto ministro Arana, continuaríamos transitando.

Ayer, se celebró el Día de la Bandera, cuyo bellísimo escudo expresa el orgullo de ese grupo de científicos, entre ellos José Gregorio Paredes, que fundó la República del Perú. Y fue por ese inmenso respeto y amor por lo nuestro que el coronel Francisco Bolognesi y centenares de peruanos valientes entregaron su vida el 7 de junio de 1880. Bueno recordar el abandono estatal que sufrieron los defensores de Arica, ahora que el ministro de Cultura pretende atentar contra un tesoro arqueológico invalorable. El área reservada de las Líneas de Nasca no solo tiene como objeto amortiguar la influencia de actividades económicas, sino también proteger un espacio que aún no está plenamente investigado. Y si se consideran las decenas de solicitudes para actividades mineras en el área que el ministro administra como su propia chacra, no cabe la menor duda del accionar antirrepublicano del señor Fabricio Valencia. ¿Qué hubiera opinado Sánchez Carrión de este horror o de la entrega de nuestro mar a las embarcaciones chinas? Se lo dejo como tarea a la presidenta Boluarte y al presidente del Consejo de Ministros mientras planean su viaje a Francia dizque a defender las 200 millas del Mar de Grau.

Carmen McEvoy es Historiadora

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