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Obliterado
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Hace una semana, CNN presentó en vivo desde Broadway la obra teatral “Buenas noches y buena suerte” que dramatiza los inicios de la prensa televisiva y cómo enfrentó los ataques del senador Joseph R. McCarthy contra la libre expresión.
Muestra cómo en programas en vivo de la cadena CBS, el periodista Edward Murrow respondió a las calumnias del senador que lo acusaba de ser comunista. El drama presenta con claridad las diversas presiones que Murrow enfrentó para poder expresarse y defenderse contra el poderoso senador.
Muchas personas encuentran un paralelo histórico con la era de Donald Trump. Sin embargo, las diferencias son obvias. En la obra se hace patente el poder que tenía el periodista como persona y el enorme prestigio de su profesión y las cadenas televisivas edificadas sobre su alta credibilidad por ser “objetivas”. En esa época, un número reducido de periodistas se encontraban entre las personas más confiables del país y cadenas televisivas como la CBS eran altamente respetadas. Murrow podía así hacerle frente a la desinformación y calumnias propias de lo que actualmente llamamos ‘fake news’ (se identifican por el contenido fraudulento, con intenciones cuestionables).
Hoy en día, sin embargo, no existe la confianza necesaria para combatir efectivamente la noticia falsa, que pulula en las redes sociales y en los medios masivos. Esto se notó hace unos días en los ataques de Trump contra las cadenas noticiosas, porque se habían atrevido a poner en duda su hipérbole sobre los exitosos ataques a las plantas nucleares en Irán y su total “obliteración”.
Ante esta falta de credibilidad, los expertos opinan sobre la necesidad urgente de regresar a un periodismo objetivo y no tanto de abogacía. El problema con el periodismo actual, nos dicen estos especialistas, es que toma posición con respecto a los fenómenos sociales. Sin embargo, las audiencias, hoy en día, más que objetividad o abogacía piden formación e información verídica. Nuestros problemas actuales son muy complejos y se necesita de expertos y expertas para que nos ayuden a navegar en el mar de la información válida.
Es por esta razón que el anunciado programa televisivo de Dina Boluarte es una broma pesada. La mandataria tiene el nivel de apoyo más bajo en la historia de las encuestas y cree que puede aparecer en una pantalla y superar este problema. Todo lo contrario, pues para luchar contra las noticias falsas necesitamos de la coordinación con algunos actores claves: las empresas tecnológicas (filtros contra los casos extremos de desinformación y crímenes de odio), la sociedad civil activa en los espacios públicos y las redes sociales con los ‘factcheckers’ (especialmente un mayor involucramiento de las instituciones académicas y científicas).