Durante las primeras elecciones de este siglo se presentaron 13 partidos políticos. A lo largo de estos 25 años el número fue aumentando. Pero esa proliferación de partidos políticos es una “bicoca” si la comparamos con las aproximadamente 40 agrupaciones inscritas hoy, o quizás más, porque el registro aún no ha cerrado.

Todos nos preguntamos por qué en lugar de disminuir o estancarse en un número determinado, la “bola de nieve” partidaria ha ido en aumento. Hay diversas explicaciones, como la polarización e ideologización.

Remontémonos al pasado y salgamos de la coyuntura. Creo que hay causas mediatas e inmediatas como las señaladas. Un factor que afectó tener un sistema de partidos sólidos fue el “péndulo del poder”. Desde finales del siglo XIX nuestra política pasó de gobiernos civiles, vale decir democráticos, a gobiernos militares producto de diversos golpes de Estado. Esto impidió que podamos construir una democracia sólida y, como se sabe, cuando se destruye la democracia, todos sus pilares se vienen abajo. Cuesta sacrificio y voluntad de renuncia reconstruirla. En su momento, antes de la dictadura chavista, los venezolanos pudieron hacerlo a través de su famoso “pacto de punto fijo”. También los chilenos con su famosa “convergencia”, una alianza de centro izquierda, entre otros. El objetivo fue, como se decía antiguamente, “arriar banderas” por un bien superior, la democracia.

Esto nunca pudo pasar en el Perú, más allá de las alianzas de coyuntura, para llegar al poder. ¿La razón? El arraigo de una cultura caudillista, la concentración del poder, por lo general, en un líder carismático civil o militar. Este destino labrado en nuestra política ha impedido que podamos pactar en beneficio de la democracia peruana, que se ha mantenido a trompicones en nuestra historia política. Ahora, salvo excepciones, tendremos una masa de minicaudillos que se consideran “iluminados” y los únicos que pueden “salvar al Perú” de sus crisis y de la baja calidad de nuestra democracia, hoy más deteriorada.

Otra explicación es que, al producirse al “desborde popular”, tal como explica José Matos Mar, y ahora recientemente por el desarrollo de las tecnologías del conocimiento y de la información, millones de peruanos –la mayoría dedicados a la economía informal– no se sintieron representados en los partidos políticos; muchos emprendedores decidieron fundar sus propios partidos, pero con otra manera de entender el poder, e incluso en algunos casos fuera de los cánones morales.

Igualmente, las nuevas tecnologías han jugado su papel, dando a sus usuarios una sensación de empoderamiento que nunca tuvieron, lo que permite de alguna manera influir en la sociedad y en las autoridades.

Salir del ultramultipartidismo no es un asunto fácil, porque una democracia representativa como la nuestra, aunque de baja calidad, es inimaginable sin partidos políticos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Francisco Miró Quesada Rada es exdirector de El Comercio

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