La continuidad de la polarización política y la crisis política y judicial del fujimorismo hacen casi invisible un referéndum que es importante para la vida nacional.
Es muy difícil que, en condiciones normales, la gente pueda darle mucho tiempo a pensar en los contenidos de las preguntas y formular su respuesta de manera debidamente informada. Peor aún, en una circunstancia tan poco normal como la que vivimos. Va a pasar algo similar a lo que ocurrió con las elecciones municipales y regionales, en los que la gente solo tuvo tiempo para prestarle atención dos o tres días antes.
Con el propósito de contribuir con un granito de arena a la información y discusión sobre las preguntas, doy mi opinión sobre ellas.
La primera se refiere a un tema clave para la reforma de justicia y no va a ser objeto de controversia en los pocos debates que se susciten sobre el tema. Se pide un Sí para reemplazar al Consejo Nacional de la Magistratura, la hasta hace poco casi desconocida institución encargada de nombrar, ratificar y sancionar a jueces y fiscales –que fue protagonista del escándalo de Los Cuellos Blancos del Puerto– por una Junta Nacional de Justicia cuyos miembros serían elegidos por concurso de méritos. Pareciera no quedar duda de que se aprobará.
La segunda es también importante y nadie se atreverá a abogar por un No. Se trata de impedir el ingreso de dineros ilegales a la vida política del país, en particular en los procesos electorales. Justificadamente, otro Sí seguro.
La tercera es la más conocida y la que causa furor entre la población. Plantea que no haya reelección inmediata de congresistas. No creo que esa sea una solución a la calidad de la representación, bien podría normarse que haya una reelección y luego bajar al llano (lo mismo pienso para el caso de alcaldes y gobernadores), pero la bochornosa conducta de este Congreso, sobre todo la de su mayoría, ha convertido a esta pregunta en la más conocida y, probablemente, sea la más votada.
La cuarta pregunta es la más compleja. El presidente pidió que se apruebe el retorno a la bicameralidad; es decir, que haya Cámara de Diputados y Senadores. Propuesta a mi juicio sensata, incluso aumentando el número de representantes, si es que se asegura que el presupuesto del Congreso tenga un tope porcentual del total nacional del que no pueda pasar. Sin embargo, era ya la que más dudas causaba, y los tremendos contrabandos introducidos por el Congreso la han puesto aún más en cuestión.
El primero fue el introducir, como parte de la reforma de la bicameralidad, las modificaciones restrictivas a la cuestión de confianza del texto del reglamento modificado, que obligaba a la renuncia de todos los ministros para que la cuestión de confianza sea contabilizada como una de las dos que se requieren para que el presidente pueda cerrar el Congreso y convocar nuevas elecciones parlamentarias. Es decir, querían darle fuerza constitucional con el referéndum a lo que sabían que el Tribunal Constitucional iba a declarar inconstitucional, como de hecho ha sucedido. Si se votase Sí en la pregunta cuatro, la cuestión de confianza, versión Mulder, se convertiría en texto de la Constitución. Se habría desnaturalizado para este y futuros gobiernos una herramienta pensada para poner un balance a la atribución del Congreso a censurar ministros y gabinetes.
El otro contrabando fue introducir, en una pregunta sobre otra cosa, que la no reelección inmediata de congresistas era solo para el mismo cargo. Es decir, si había Senado, podían postular a él los actuales congresistas. De nuevo, el punto puede ser razonable, pero metido a la mala y de contrabando ha causado comprensible irritación.
El presidente Vizcarra ha dicho que para él, la respuesta a esa pregunta, dados esos contrabandos y otras razones no menos importantes, debe ser No. Difícil que un hombre hoy tan popular como Vizcarra, que se ratifica en su posición aun en contra de “su propia bancada”, pidiéndole a la población que apoye las tres primeras, pero no la última, vaya a ser derrotado en el referéndum.
En todo caso, la bicameralidad sin contrabandos puede integrarse al paquete de reformas a la política y a la justicia, que por ahora duerme en el Congreso.
Coda: Anuncia el congresista César Segura que, por ser las más añejas que ha encontrado, va a calificar primero las acusaciones contra mí, cuya razón y “acusador” desconozco. No usaré mi columna para “defenderme”, después de todo nada relevante podría haber dormido por dos años en un Congreso que no precisamente me quiere. Es tan obvio el propósito de usarme para prolongar el blindaje al fiscal Chávarry que no pienso defenderme. Si tengo que ir al Congreso, lo haré sin abogado y usaré ese foro para decir lo que pienso. Claro, si me dejan hablar. Y si se aprueba alguna acusación, la guardaré enmarcada como un premio cívico.