Alejandra Costa

Cuando se da un cambio de ministro, los reflectores suelen colocarse en el nuevo miembro del Gabinete y la figura del saliente funcionario se difumina rápidamente. Sin embargo, el entusiasmo en algunos sectores por el ingreso de José Salardi al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) no debe llevarnos a olvidar el altísimo costo que está y seguirá pagando el país por los 353 días que José Arista ocupó uno de los tres puestos más relevantes del Gobierno.

Recordemos que su ingreso al MEF también fue recibido con entusiasmo debido a su rígido desempeño en el Viceministerio de Hacienda, buenos augurios que rápidamente se convirtieron en decepción cuando, para contentar al Ejecutivo, al Congreso y a algunas autoridades subnacionales, abrió aún más el caño del gasto público en lugar de cuidar la sostenibilidad fiscal y cumplir la promesa de austeridad que hizo al entrar al cargo.

La irresponsabilidad con la que condujo las riendas del MEF se volvió aún más notoria en contraste con la imagen que teníamos del ahora exministro y la traición a la responsabilidad fiscal, otrora principio guía de las autoridades del jirón Junín, dolió aún más. No solo nos sentimos decepcionados por sus decisiones, sino que ha empezado a perderse el respeto a la propia institución y a su capacidad para proteger las finanzas públicas de los bajos instintos de la política.

El reto que tiene Salardi, entonces, es enorme. Y el camino será aún más cuesta arriba porque su competente perfil de por sí no nos da la tranquilidad de que los fundamentos macroeconómicos del Perú van a recibir la atención que necesitan. A diferencia de la mayoría de ministros de Economía de las últimas décadas, Salardi es especialista en administración, no en macroeconomía, cuando el principal reto, como él ha reconocido, es el déficit fiscal.

En línea con su perfil y su exitoso paso por Pro Inversión, sus primeros anuncios han estado alineados con el impulso a las asociaciones público-privadas, pero lo que es necesario escuchar son medidas concretas para reparar el daño generado por su antecesor y volver a la senda de la consolidación fiscal, recuperar el valor de la palabra del ministro de Economía y reconstruir al MEF para que sirva de dique frente a los efectos de la política en las cuentas fiscales y los indicadores económicos. Un buen punto de partida, tal vez, sería un cambio en el Viceministerio de Hacienda, encargado de esas difíciles decisiones sobre el gasto que serán aún más necesarias en el último tramo de la presidencia de Dina Boluarte, que ha construido la estabilidad de su gobierno y la fidelidad de sus aliados a costa de repartir recursos públicos.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Alejandra Costa es curadora de Economía de Comité

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