"En su reciente campaña, Modi no pudo jactarse de sus logros: ha logrado poco de lo que había prometido". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"En su reciente campaña, Modi no pudo jactarse de sus logros: ha logrado poco de lo que había prometido". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Amartya Sen

El primer ministro de India, Narendra Modi, ha llevado a su partido nacionalista hindú, Bharatiya Janata (BJP), a una importante victoria en las elecciones generales del país, ganando más de 300 de los 543 escaños parlamentarios y cinco años más para dirigir el país.

Este es un logro impresionante, ¿pero cómo pudo hacerlo Modi? ¿Y por qué el Congreso Nacional Indio, el antiguo partido nacional, ha sido restringido a solo 52 escaños? Al intentar responder a estas preguntas, algunos se han visto tentados a buscar explicaciones en el ámbito de las ideas y la ideología, en particular en el dominio de la identidad hindú en la India.

Nos dicen repetidamente que la India ha cambiado y que la vieja, pluralista y secular ideología del partido Congreso y de los grandes líderes de la India –como Mohandas Gandhi, Rabindranath Tagore y Jawaharlal Nehru– ya no es una opción efectiva. Puede que haya un elemento de verdad en esta línea de pensamiento.

Después de todo, aunque alrededor de 200 millones de ciudadanos indios son musulmanes –más del 14% de la población–, el apoyo político para el BJP proviene desproporcionadamente de los hindúes.

Pero las ideas no viven aisladas. ¿No están sucediendo cosas en nuestras vidas que influyen en nuestras ideas? Esta forma de ver la política comienza la investigación en una etapa demasiado tardía, evitando la pregunta de por qué el BJP hoy tiene muchos más partidarios leales que hace solo unos años.

No cabe duda de que Modi es un líder político excepcionalmente hábil y carismático. Buscar ahí una parte de la explicación a algunos les puede parecer perezoso, pero no hay nada de malo en tratar de examinar el papel de Modi en la sorprendente popularidad de su partido.

Un orador ardiente, Modi ha sido capaz de influir en el pensamiento de otros con su sorprendente disposición para hacer uso político del odio y el desprecio –hacia personas con diferentes formas de vida (izquierdistas, racionalistas, intelectuales liberales) y para personas con diferentes orígenes y creencias religiosas, como los musulmanes–. Los antiguos líderes del BJP, como el no agresivo Atal Bihari Vajpayee, ciertamente no podrían competir.

Si Modi usó su carisma en las elecciones, también invirtió dinero, mucho más que el partido Congreso y todos los demás partidos políticos. Esto se suma a la asimetría en la cobertura de los medios: la red de televisión estatal, Doordarshan, le dio al BJP gobernante el doble de tiempo de transmisión que el ofrecido al partido Congreso en el importante mes de mayo.

La oleada de nacionalismo después de que Modi ordenó ataques aéreos dentro de Pakistán luego de un ataque en Kashmir en febrero contra las tropas indias por parte de un grupo terrorista con base en el país medio oriental, también ayudó enormemente al BJP. De hecho, las elecciones generales de la India estuvieron dominadas por una retórica alarmante, utilizada muy eficazmente por Modi.

Podemos ver un cambio en la propia evolución de Modi aquí. Cuando ganó la elección hace cinco años, en el 2014, su campaña se benefició enormemente de sus promesas de una economía de mercado que funcionara bien, sin burocracia y corrupción, abundantes oportunidades de empleo para todos, poder compartir con justicia los frutos de una rápida expansión económica y la disponibilidad de atención primaria de salud y educación escolar.

En su reciente campaña, Modi no pudo jactarse de sus logros: ha logrado poco de lo que había prometido. El desempleo es muy alto, el crecimiento económico es vacilante y desigual en su impacto, la atención primaria de salud sigue siendo ampliamente descuidada y no ha habido una disminución notable de la burocracia y la corrupción.

En cambio, Modi se centró en los reparos y temores de los ciudadanos indios: miedo al terrorismo, temor al sabotaje de Pakistán y temor a acciones aparentemente terribles perpetradas por elementos hostiles dentro de la India. Al igual que la guerra de las Malvinas en 1982 reforzó el apoyo a la primera ministra Margaret Thatcher de Gran Bretaña, cuya popularidad aumentó dramáticamente, las batallas fronterizas con Pakistán en febrero ayudaron a Modi inmensamente en las elecciones.

Estos factores explican lo que ha estado sucediendo en la política india. Muchos podrían preferir la versión que asegura que el BJP ganó “el argumento ideológico” en contra del partido Congreso. Pero no ha habido una victoria particular para la filosofía del nacionalismo hindú y no se ha logrado una desaparición notable de la idea de inclusión y unidad defendida por Gandhi, Nehru y Tagore.

Lo que está suficientemente claro es que durante los últimos cinco años del gobierno de BJP, la India se ha dividido por cuestiones religiosas, lo que hace que las vidas de las minorías, especialmente los musulmanes, sean más precarias.

El movimiento nacionalista hindú ha ganado algo en términos de poder, pero nada particularmente serio en la batalla de las ideas. Pragya Thakur, una activista del BJP, dijo recientemente que el asesino de Gandhi, Nathuram Godse, era un patriota. Esto avergonzó incluso al BJP, lo que la hizo disculparse formalmente.

Sin embargo, Thakur, quien estaba haciendo campaña por un escaño en el estado de Madhya Pradesh, ganó y será legisladora en el Parlamento de la India. Esa es la victoria en términos de poder pero no en la batalla de ideas.

Es lamentable que esta batalla más grande no haya recibido más énfasis incluso por parte de la oposición. Hay necesidad de mucho más compromiso en ese punto. Pero lo primero es no confundir las dos batallas.

–Glosado y editado–
© The New York Time
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