El árbol fósil fue desenterrado en el centro poblado San Miguel, ubicado en la provincia de Espinar. (Foto: Rodolfo Salas-Gismondi)
El árbol fósil fue desenterrado en el centro poblado San Miguel, ubicado en la provincia de Espinar. (Foto: Rodolfo Salas-Gismondi)
Diego Suárez Bosleman

Fue en el 2014 cuando la colombiana Camila Martínez y sus colegas viajaron a la provincia de Espinar (Cusco) en busca de registros botánicos. “No sabíamos qué íbamos a encontrar. A veces se pueden hallar muchas cosas y otras nada”, le dijo a El Comercio esta paleobotánica e investigadora posdoctoral del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. Sin embargo, la suerte estuvo a su favor. En el centro poblado San Miguel, ubicado en el distrito de Pichigua, conocieron a Florentino Tunquipa, quien –sin saberlo– había desenterrado justo al lado de su casa un árbol fósil de unos seis metros de largo.

“Estábamos impactados. No esperábamos encontrar un árbol tan grande como ese en medio de la puna, donde hay pastizales y uno que otro arbusto”, cuenta Martínez. Pero la sorpresa no acabó ahí. Los especialistas realizaron más expediciones a Espinar e identificaron cientos de muestras de madera, hojas y polen fósiles. Los datos obtenidos –presentados en la revista “Science Advances”– dan nuevas luces respecto a los cambios medioambientales que experimentó la meseta andina.

Según los análisis, este árbol habría tenido unos 30 metros de largo. (Foto: Carlos Jaramillo)
Según los análisis, este árbol habría tenido unos 30 metros de largo. (Foto: Carlos Jaramillo)

–DOS VENTANAS–

De acuerdo con Martínez –gracias a los hallazgos en Espinar–, se identificaron dos ventanas de tiempo para la zona, una corresponde a aproximadamente diez millones de años atrás y la otra a unos cinco millones de años.

La primera ventana es a la cual perteneció el árbol fósil, que –según los análisis de su diámetro– pudo haber tenido alrededor de treinta metros de largo.

“El árbol fósil identificado pertenece a la familia de las leguminosas, una de las más importantes de los trópicos. Al estudiar las condiciones actuales en las que vive este tipo de plantas y a qué elevación, pudimos crear modelos estadísticos que nos permiten encontrar rangos en los cuales el árbol fósil debió haber vivido”, explica Martínez.

Usando esos datos, se estimó que hace unos diez millones de años la altitud en la zona era de 2.000 metros sobre el nivel del mar, incluso menor; es decir, la mitad de lo que es hoy. También se encontró que llovía casi tres veces más de lo que llueve actualmente y la temperatura era mayor. Se habría tratado de un ecosistema de bosque de montaña; sin embargo –subraya la experta–, no tiene un análogo moderno como tal.

En la segunda ventana, el ambiente ya se parecía al de la puna actual, incluida la altitud, pero aun así existían más helechos y otros grupos que indican que la puna era quizá más húmeda de lo que es hoy.

Para Martínez, es sorprendente que en un hueco temporal de unos cinco millones o cuatro millones –que separa a las dos ventanas– la zona sufrió aquel cambio tan dramático. Uno de los factores asociados sería la elevación.

Conforme la montaña se levanta, la precipitación disminuye y, por supuesto, la temperatura; entonces cambia completamente el ecosistema”, detalla.

–LA MEGAFAUNA–

Así como se ha encontrado un importante registro fósil botánico en Espinar, se han desenterrado restos de especies de megafauna, como megaterios (perezosos gigantes), gliptodontes (armadillos de gran tamaño) y toxodontes (mamíferos parecidos a los rinocerontes).

“Desde que comenzamos las expediciones en Espinar para estudiar su registro fósil de vertebrados, a inicios del 2000, hasta el año pasado, se han identificado 20 especímenes, que corresponden a diversas fechas. Hay que resaltar que la mayoría de estos restos fueron descubiertos por los pobladores de la zona”, comenta Rodolfo Salas-Gismondi, investigador del Laboratorio de Biogeociencias de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Cercanos al tronco –entre 10 millones y 11 millones de años atrás– se tienen unos tres huesos que pertenecían a un tipo de megaterio. Los demás registros son de especies que datan de entre cinco millones y siete millones atrás.

“Esta investigación comenzó gracias al ingeniero Jorge Gamarra y a la investigadora Julia Tejada, quien acaba de terminar su doctorado en paleontología en la Universidad de Columbia. Los estudios son llevados a cabo en colaboración con el Municipio de Espinar y gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec)", agrega.

Los trabajos sobre los vertebrados en Espinar son desarrollados actualmente por Salas-Gismondi junto a la doctora Diana Ochoa, Jorge Gamarra y el tesista Thomas Mercado. Este último prepara un estudio respecto al tipo de alimentación que tenía esta megafauna.

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