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Rosa Aguilar

Cuando el objetivo es lograr espacios dinámicos y llenos de vitalidad, una salida es apelar al contraste. “Se consigue utilizando los colores complementarios, es decir aquellos que se encuentran enfrentados en el círculo cromático, como por ejemplo, el verde y rojo, el amarillo y violeta o el azul y naranja, siempre en conjunto. También al usar distintas tonalidades, donde una predomine sobre otra, por su fuerza e intensidad”, precisa la interiorista Yesenia Schulz.

Una de las formas más sencillas para obtener este efecto es recurriendo al contraste del claro-oscuro, como el blanco y el negro. El primero aporta luminosidad, mientras que el segundo proyecta fuerza y elegancia. Es importante usar el tono oscuro con moderación, para evitar espacios lúgubres. Y en estancias reducidas, aplícalo en objetos menores, como cojines, marcos de cuadros, lámpara de pie o adornos.

CÓMO CONSEGUIRLO
La arquitecta Inés Sevilla señala que es posible lograr contraste al combinar colores cálidos (rojo, naranja, amarillo) con fríos (azul, violeta, verde). Por ejemplo, un sofá naranja rodeado por muros azules. El primer tono prevalecerá sobre el segundo, ya que es más acogedor a la vista.
Respecto a la cantidad de tonos a mezclar, “aplica solo dos colores fuertes y mézclalos con tonos neutros o pastel, para lograr un balance”, indica Schulz. Y si quieres usar un tercer color vivo, “la proporción recomendada es aplicar un 60% de un color dominante, 30% de uno secundario y10% de un tono de acento”, puntualiza Sevilla.

En el ingreso apuesta por un papel tapiz con fondo blanco y detalles en azul o violeta, y coloca una consola pintada con poliuretano naranja. Y si se trata de la cocina, pinta una de las paredes de amarillo y mantén el resto en blanco o gris claro, al igual que los muebles de la cocina. Introduce utensilios de cocina en una paleta de rojo.

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