Este proceso electoral encuentra al Perú en el momento más crítico de su historia reciente. Con más de 147 mil muertos de manera directa e indirecta por la pandemia, según los registros del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), millones de peruanos deberán elegir a quien conduzca las medidas de control y prevención ante el virus por los próximos cinco años. La sola realización de un evento masivo como este ya implica un desafío para las autoridades y la propia ciudadanía.
Quizá sea el reto más importante de los últimos tiempos para un país que ya tuvo las cifras de mortalidad más altas del planeta. Sobre este presente y el futuro incierto, El Comercio conversó con el doctor Elmer Huerta.
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—¿El sesgo ideológico ha pesado mucho en las propuestas de los candidatos presidenciales frente a la pandemia?
Absolutamente. Como en todo el mundo, los partidos políticos que están más inclinados hacia el libre mercado promueven la apertura de la sociedad y favorecen un poco más el desarrollo económico sobre la prevención de la pandemia. En el Perú, vemos que los partidos pro mercado dicen que las cuarentenas son ineficientes, o que cuando lleguen al Gobierno van a abrir todo porque sin economía no hay salud.
—¿Cuál es el otro espectro?
Otros candidatos son más cautos y sostienen que se debe priorizar la salud, porque sin control de la pandemia no habrá personas vivas para que gocen de la economía.
—También ha predominado la desinformación. ¿Por qué esta ha calado tanto en un sector de la población?
Obviamente el Perú ha sufrido muchísimo. La primera cuarentena falló porque no se tomó en cuenta la estructura socioeconómica del 70% de peruanos, quienes no podían quedarse en casa y comprar alimentos para una semana. La desinformación les ofreció una salida inexistente.
—¿Cuánto impacto tendrá el cambio de gobierno en la evolución de la pandemia?
Ojalá que en el Perú suceda lo mismo que en EE.UU. Había un presidente que no creía en la ciencia, que dijo que los científicos eran idiotas. No respetó ni le dio importancia a la pandemia. Hasta que se dio el cambio de gobierno. Cuando Joe Biden asumió el cargo, no había plan de vacunación, y en sus tres primeras semanas de mandato se reportó un total desorden porque no había lugares de vacunación. Hizo alianzas con el sistema privado, con farmacias, grandes tiendas y clínicas, a fin de que ellos apliquen las vacunas que compraba el Gobierno. Encaminó el proceso.
—¿Usted ve entre los candidatos peruanos a un posible Trump o Bolsonaro, quienes han hecho caso omiso a la ciencia?
Definitivamente. Todo país puede tener un Trump o un Bolsonaro, y el Perú no es la excepción. Algunos siguen esa línea de no respetar la ciencia, dicen que usan las mascarillas porque están obligados, otros siguen creyendo que la ivermectina salva vidas.
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El virus y el gobierno
—El Perú entero ha convivido un año con la pandemia. ¿Esta incertidumbre marcará también al futuro gobierno?
Los primeros dos años y medio del próximo gobierno serán para controlar la pandemia. El 28 de julio habrá un país con un gran porcentaje de la población que todavía no se ha vacunado.
—¿Cuál es la hoja de ruta que deberá recorrer el próximo presidente o presidenta?
En el segundo semestre del 2021, deberá resolver el desorden de la vacunación; conseguir más dosis y establecer puntos de vacunación. En el 2022, tendrá que controlar la pandemia porque no sabemos qué curso tomará debido a las variantes. En el 2023 vendrá la reconstrucción: tendremos hospitales llenos de pacientes con secuelas. Como vemos, la dicotomía entre salud y economía también estará presente en los cinco años que vienen.
—¿Es posible una tercera ola en el Perú?
Eso es algo que no podemos predecir. El SARS-CoV-2 es un enemigo formidable que se ha adaptado perfectamente al ser humano. Ha adquirido ventaja con las mutaciones. ¿Cómo se comportará en adelante? Es imposible saberlo.
—El virus no conoce de fronteras ni de territorios y las variantes son el claro ejemplo de ello. ¿Cuán peligroso, no solo para el Perú sino para Latinoamérica, sería que elijamos a alguien que tenga un mal manejo de la pandemia?
El riesgo es que dejaríamos que la enfermedad evolucione sin medidas intensas de contención, sin control. La gente se acostumbrará a los muertos porque se dirá que la economía es importante, pero el exceso de infecciones creará más variantes y el virus se perpetuará.
—¿Se ha normalizado la muerte por la pandemia? ¿Eso se refleja en las preferencias electorales?
Sin duda. Eso se llama desgaste psicológico y es un proceso natural en el ser humano. Nos acostumbramos al riesgo, lo aceptamos y perdemos la sensibilidad.
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Retos en vacunación
—El presidente Francisco Sagasti ha anunciado un nuevo plan de vacunación porque el actual “no funciona”. ¿Qué debe priorizar el próximo gobierno sobre este proceso?
El reto del próximo presidente o presidenta es tener las vacunas en la mano. Sin dosis en la mano, se tiene que racionar al máximo el uso de las que se tengan disponibles; por eso se inventó la famosa primera línea de vacunados. En EE.UU. se aumentaron los puestos de vacunación porque solo se podían aplicar las dosis en algunos hospitales o centros comunitarios, donde se formaban largas colas y la gente se contagiaba. Optaron por convocar a las farmacias del barrio y capacitar a miles de vacunadores. En Nueva York, bajo ese enfoque, ya no existe la famosa primera línea, y quien tenga 18 años o más se puede vacunar en la esquina de su casa. A eso debemos apuntar.
—¿Qué hacemos si no conseguimos las dosis?
Este gobierno tiene la responsabilidad de dejar las dosis suficientes a quien entre el 28 de julio. Si las promesas que nos han hecho, acerca de 38 millones de dosis adquiridas, no se cumplen, ni aunque hagamos una huelga de hambre en la Casa Blanca vamos a obtenerlas. Habremos fallado como Estado.
—¿Y cuál es el rol que debe tener el sector privado en la vacunación?
Por el momento, solo debe participar en la distribución e inoculación. Además, no les van a vender dosis. Las vacunas son del Estado.
—Debido a la desinformación, se reportó que muchos peruanos prefirieron no vacunarse con una dosis del laboratorio chino Sinopharm. ¿Se debe apostar por un laboratorio específico?
Sinopharm todavía no tiene sus estudios de fase 3 publicados. Sin embargo, por lo divulgado en sus análisis de fase 1 y 2, así como en reportes de otros países como Emiratos Árabes Unidos, tiene una alta eficacia para prevenir la enfermedad grave que nos lleva al hospital y eventualmente a una UCI. Eso es lo que importa, y lo que muestran las otras siete vacunas: una eficacia de cerca del 90% frente a una posible hospitalización. Entonces, hay que vacunarse con la dosis que nos toque.
—Las cifras nos colocan en un escenario complicado: esta semana se alcanzó el récord absoluto de fallecimientos confirmados por el COVID-19 (384 en un solo día, según el Ministerio de Salud). Son los muertos de la segunda ola. ¿Es seguro realizar un proceso electoral en esta situación?
Estamos recién en los 20 minutos del primer tiempo de un partido de fútbol entre el virus y la humanidad. Esto no se resolverá este año, ni el próximo. Entonces, si no hacemos las elecciones ahora, ¿cuándo? ¿En el 2022? Definitivamente, será un evento masivo que va a propiciar contagios; pero con las medidas que se han tomado, lo calificaría como un evento de mediano a bajo riesgo de contagio.
—¿Por qué no lo considera un evento de alto riesgo?
Para que sucedan los contagios se requieren cuatro elementos. Primero, los espacios; muchos locales de votación estarán en sitios cerrados, pero también habrá lugares abiertos. En segundo lugar, está la gente, que probablemente se va a aglomerar y formará colas, aunque allí deberán entran las autoridades para que las separen, o pongan marcas para guardar la distancia. Tercero, el uso de mascarillas, que creo que sí se cumplirá; y en cuarto lugar, está el tiempo. Si tomamos en cuenta que una persona demorará unos 15 minutos mientras hace su cola y emite su voto, pero utilizará su mascarilla en un espacio ventilado, el riesgo claramente disminuye.
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“No sirvo para ser político. Lo mío es comunicar”
—Usted se ha convertido en la voz de la razón para miles de peruanos en estos tiempos. ¿Esto se volvió una carga pesada en algún momento?
Este año de pandemia me cambió profundamente. Modificó mi visión de la salud y la vida. He llegado a millones de personas, y eso me obliga a ser sumamente responsable.
—Aunque no solo ha sumado seguidores, sino también críticos.
Aquí debo aclarar algo, porque lo político siempre contamina: lo mío es traducir al público la información médica. Eso es lo mío: explicarle al público para que entienda la ciencia a un nivel de tercer año de primaria. Durante las marchas de noviembre en el Perú, compartí un estudio realizado en EE.UU. donde se establecía que las movilizaciones eran eventos de moderado a bajo riesgo de contagio. Pero, obviamente, la gente lo interpretó de manera diferente; dijeron que yo promovía las marchas, cuando solo compartí un trabajo científico que calló las bocas de quienes decíamos que las protestas generarían contagios.
—¿Cómo lidia con los troles?
La función más linda que tiene el Twitter es ignorar, con eso los callo. Me leen y siguen aprendiendo, pero yo no veo lo que me dicen. Antes bloqueaba, ahora les hago un bien.
—¿Cómo tomó su nominación a los Premios Nacionales de Periodismo?
Fue un honor. No esperaba ganar porque no soy periodista, pero fue un premio el ser nominado.
—¿Algún partido le ofreció una candidatura?
No. El error más grande de mi vida fue dejarme convencer por el expresidente Alejandro Toledo, quien requería dos expertos independientes para promover una campaña política a favor de la salud preventiva en el Perú. Me dijo que necesitaba una asesoría. Nunca más voy a repetir ese gran error, la política no es para mí.
—¿Con lo cual tampoco aceptaría una oferta futura?
No sirvo para ser político. Lo mío es comunicar y enseñar, que la gente aprenda.
—Le pregunto porque, al menos durante la pandemia, siempre fue voceado como ministro de Salud. ¿Hubo algún acercamiento de Martín Vizcarra o Francisco Sagasti en ese sentido?
Nunca. A Vizcarra no lo conozco, y a Sagasti tampoco.
—No descarta asumir el Minsa en algún momento.
Tendría que ser algo muy especial. En este momento, no aceptaría ningún cargo. Estoy contentísimo con lo que hago; me gusta explicar las cosas, y a la gente le gustan mis explicaciones. Ese es mi premio, esa es mi vida.
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