"Locos de amor": nuestra crítica de la película peruana
Sebastián Pimentel

El género musical en el cine tiene una edad venerable. No así en nuestro país: las incursiones en este tipo de filmes han sido muy esporádicas. Y es improbable pensar en que alguno haya sobrevivido bien al tiempo. Es en este contexto casi desierto que llega “Locos de amor”, el nuevo filme de Tondero, la productora capitaneada por Miguel Valladares, responsable de recientes megaéxitos como “Asu mare” o “A los 40”.  

La concepción es bastante convencional: un grupo de mujeres –supuestamente primas– que bordean los 40 tienen una serie de replanteos amorosos. La cinta intercala algunas secuencias de diálogo que mezclan la comedia y el drama, con momentos donde los personajes cantan algún tema clásico de la cultura popular (Pimpinela, Perales, Montaner, Mocedades, etc.) en una dinámica de baile o coreografía, acompañados desde luego por la respectiva banda musical.

Como ha mencionado Frank Pérez-Garland –el realizador de “Locos de amor”– en una entrevista reciente, sus modelos más notorios podrían ser “Mamma Mía” (de la directora Phyllida Lloyd) y, en el ámbito hispano, “El otro lado de la cama” (del español Emilio Martínez-Lázaro). Pero si la primera confronta dos generaciones y la segunda se entiende más bien como un manifiesto juvenil desenfadado, “Locos de amor” se revela otoñal y más bien modosa, de personajes atribulados por el abandono de la juventud y la asunción de una madurez no del todo querida. 

Desde la perspectiva de la urdimbre narrativa, el guion de Mariana Silva y Bruno Ascenzo tiene más huecos y costuras que fluidez y solidez argumental. Algunos personajes, como los que encarnan Gonzalo Torres y Claudia Berninzon, son pies forzados que quitan interés. Y cuando hablamos de líos amorosos como el que protagonizan Giovanni Ciccia y Gianella Neyra, las reacciones emocionales suelen ser abruptas, caprichosas, muy lejanas de una modulación que debió ser más natural.
Sin embargo, desde otra perspectiva, es notorio que el elenco ha sido elegido por conformar en sí mismo un grupo de actores amigos, una generación de estrellas de la televisión que se conocen desde hace mucho tiempo. Valladares sabe que ese estrellato (desde hace un tiempo también cinematográfico) se basa, en buena parte, en la complicidad que tienen entre sí. No es casualidad que hayan protagonizado también “A los 40”, verdadero bodrio que, sin embargo, fue un éxito de taquilla –debido también, por supuesto, al arrastre de Carlos Alcántara–. 

Felizmente, “Locos de amor” no es “A los 40”. Es verdad que tampoco es una buena película. De hecho, además de los defectos mencionados, es algo morosa cuando falta la música. Tampoco ayuda la construcción de un mundo social extremadamente idílico, donde las diferencias sociales que pretende presentar son demasiado artificiales. 
Sin embargo, hay que reconocer que, además de la competencia técnica en cuanto a los momentos musicales, Pérez-Garland ha sabido captar un tono agridulce en el paso de los años, ese que marca a los viejos amigos. Su montaje de líneas paralelas al estilo de la célebre secuencia de “Magnolia”, en la que se suceden los personajes en un trance de genuina tristeza, es lo mejor de la cinta, y, en definitiva, muestra las posibilidades de un cine peruano que quiere armonizar con competencia su costado popular con otro más artístico.

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