Yalitza Aparicio en "Roma" (Foto: EFE)
Yalitza Aparicio en "Roma" (Foto: EFE)

Ciertas tendencias se perfilan con el , el premio más famoso del cine y el autobombo por excelencia de Hollywood o de la industria audiovisual de Estados Unidos. Hoy, a las 8 p.m., comenzará una nueva ceremonia de entrega de este galardón. Con la estatuilla dorada también surgen los debates, las reflexiones y las polémicas. Veamos:

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1) La agenda propia de Netflix.
El coloso del streaming podría ser la gran ganadora de la noche. Y para ello "Roma", su apuesta, tendría que obtener el premio Óscar a la Mejor Película. Con este posible hito, Netflix sumaría prestigio y poder. La empresa luce incontenible, sigue alterando las reglas de juego y los hábitos del consumo audiovisual, y continúa marcando el rumbo de la distribución y la exhibición.

Más de un purista de la pantalla grande ha aseverado que el streaming equivale a la muerte del cine. A ello se suma el siguiente dilema. La calidad de un relato depende de muchos factores, pero diera la impresión de que las plataformas de streaming y sus buscadores –que nos dan lo que supuestamente queremos, lo que estrecha visiones– refuerzan una tendencia hacia la estandarización: se corren pocos riesgos y los espectadores se acostumbran a unos cuantos tipos de estilo y narración audiovisual ortodoxa. Se impone una especie de pensamiento único y hegemónico. Si surge algo distinto, buena parte del público no sabe cómo procesarlo. Es lo que ha pasado con muchos luego de haber visto "Roma", tan alabada como rechazada, que cuenta con más de una secuencia que desconcierta y que se aleja de las convenciones. Es como si Netflix, al haber apostado por esta película mexicana dirigida por Alfonso Cuarón, se defendiera de sus críticos.

"Roma" también ha sido atacada por una discutible cuestión ideológica. Muchos detractores le achacan ser una cinta burguesa, conservadora y oportunista, que maquilla las desigualdades (el corazón del relato es Cleo, la empleada de una familia de clase media-alta de México de los años 70). Para quien escribe, "Roma" es una película fascinante que va del retrato coral a la intimidad de los protagonistas; de tomas serenas y sensibles a planos impresionantes que aluden a la agitación social o a una desesperación vital; de encuadres con más de una lectura a certeras incursiones melodramáticas o humorísticas. En la suma de sus matices, prevalece una mirada sobre las inequidades entre las clases. El cineasta Alfonso Cuarón evoca sus recuerdos y factura una visión mediante recursos cinematográficos tan virtuosos como nobles.

Podría haber un batacazo en la ceremonia de esta noche, desde luego. ¿Qué película podría arrebatarle a "Roma" el galardón de Mejor Película? Quizás "Green Book. Una amistad sin fronteras". La cinta está protagonizada por Viggo Mortensen y Mahershala Ali. El primero es un chofer que lleva de gira al personaje del segundo –un excelso pianista afroamericano– por el sur de Estados Unidos. El relato sucede en los años 60, cuando el racismo campeaba. Sus planos exudan humanidad y corrección política, dos cualidades que tanto seducen a Hollywood. En ellos también resuenan ecos de los cuentos morales del legendario director Frank Capra. Y aunque su rumbo es previsible, la cinta se redime gracias a los talentos de Mortensen y Ali.

Tampoco hay que descartar "El infiltrado del KKKlan", en la que un agente de policía negro debe sumegirse en el Ku Klux Klan, la tenebrosa organización racista. Se trata de uno de los mejores trabajos del cineasta Spike Lee. Todo puede pasar.

2) Tolerancia y diversidad.
​Yalitza Aparicio, la protagonista mexicana de "Roma", está viviendo su propio cuento de hadas: de no haber actuado nunca ha pasado a estar nominada en la categoría de Mejor Actriz del Oscar 2019. Los logros de Yalitza han generado, tristemente, un aluvión indefendible de comentarios racistas y clasistas. De manera innegable, “Roma” ha impulsado más de una conversación y debate sobre las taras en la sociedad.

Asimismo, "Green Book: una amistad sin fronteras", "El infiltrado del KKKlan" o "Pantera Negra" –las tres compiten en Mejor Película– desafían los prejuicios y apuestan por la participación de intérpretes negros. Son propuestas que evidencian cierta tendencia de Hollywood por estar en sintonía con un mundo diverso.

3) Populismo.
Conviene remarcar la cuestión del autobombo de Hollywood a través de los Oscar. Este galardón no distingue necesariamente lo mejor. Si estuviéramos en un mundo ideal, cualquier filme de Clint Eastwood debería ser considerado por los Oscar (su última y magistral película, "La mula", que reflexiona sobre la vejez y el paso del tiempo con una elegancia suprema, ha sido ignorada). Además, que una propuesta como "Pantera Negra" sea candidata a Mejor Película tampoco ayuda a tomar en serio a los Oscar. Solo se entiende esta nominación como un intento de Hollywood por estar conectado con una gran audiencia, con la taquilla y con las recaudaciones millonarias en el mercado. Al fin y al cabo, estas estatuillas son un premio de la industria, cuyos ganadores son decididos por los votos de los cerca de 6.000 miembros de la Academia de Cine de Estados Unidos (los Oscar no funcionan como un festival de cine, que suele contar con un jurado).

Y es muy posible que tal guiño a las masas también haya catapultado a "Bohemian Rhapsody": le queda grande la nominación a Mejor Película, a pesar de la excelente actuación de Rami Malek como Freddie Mercury. Tampoco se entiende que "El vicepresidente" aspire a ese principal galardón: se trata de una cinta superficial, sin rumbo y de trazos gruesos sobre el político republicano Dick Cheney (eso sí, la transformación actoral y física de Christian Bale en el filme es estupenda).

4) Un evento televisivo cada vez menos visto.
Meses atrás, Kevin Hart renunció a conducir la ceremonia luego de que volviera al primer plano más de un injustificable tuit homofóbico escrito por él. No habrá reemplazo para el lugar dejado por Hart esta noche: durante la gala desfilará una lista larga de presentadores, que incluye desde el actor mexicano Diego Luna hasta la tenista Serena Williams.

Si antes los Óscar eran un suceso mediático, ahora se asemeja a un dolor de cabeza. En el 2018, el sacrificado presentador fue el comediante Jimmy Kimmel, y esa emisión televisiva de la gala fue la menos vista de la historia de Estados Unidos. La curva descendente es notable: ese año se alcanzó un promedio de 26,5 millones de televidentes, lo que equivale a un 19% menos que en el 2017, cuando se registraron unos 32,9 millones.

Para revertir esa caída libre (se ha perdido casi la mitad de los televidentes de hace 20 años, según la BBC), buena parte de las esperanzas de la Academia de Hollywood estaba depositada en Hart, un actor que ha seducido al público con tanques millonarios como la nueva versión de "Jumanji" (2017). Todo quedó en nada.

Ante este bajón, incluso se sondeó una opción que sonó a manotazo de ahogado. La Academia llegó a anunciar la creación de una nueva categoría: Mejor Película Popular. Acto seguido, llovieron las críticas. Entonces la organización señaló que se aplazará la introducción de este rubro.

Veremos si esta noche el horizonte de la sintonía se muestra un poco más optimista para la Academia.

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