Mientras el mundo de la autoayuda e ‘influencers’ de redes sociales han trastocado el significado de la palabra “manifestar” para hacernos creer que es posible “pedirle al universo lo que deseas para que así se cumpla”, en realidad nuestro rico idioma ya tiene una palabra para decir lo mismo, y de forma más bella y acertada. Según la RAE, un conjuro es un “ruego encarecido” o una “fórmula mágica que se dice, recita o escribe para conseguir algo que se desea”.

Y esa es la palabra elegida por la gran (Lima, 1944) para bautizar su más reciente disco, “Conjuros”. Un álbum en el que nuestra entrañable cantante reúne esas invocaciones y oraciones universales –de Cañete y de Nigeria, en francés, inglés o español– para conjurar una realidad mejor en la cual vivir. Sobre esa fe y sobre su música, que en su voz son una sola cosa, conversamos con Susana.

–Qué bonita palabra. ¿Por qué elegiste ese título para al disco? “Conjuros”…

¡Es linda! La elegimos con Ricardito [Pereira, su esposo] porque mediante el conjuro tú estás pidiendo que la magia llegue a ti, estás logrando un momento mágico para la música, para el encuentro y la espiritualidad. Mira tú: como todo es mágico en la vida, yo tuve la suerte de llegar hasta el otro lado del mundo, en África, Nigeria, para grabar parte del disco allá. Y recuerdo que al llegar al hotel, un grupo de personas nos empezaron a cantar. Era el recibimiento que nos daban, y me hicieron llorar realmente. Fue algo tan bello, tan emocionante… También estuvimos en una gran celebración, como en un estadio gigante, donde llegaban grupos de diferentes etnias cantando y tocando sus instrumentos. Escuchar esos tambores me llevó a mi infancia. Fue increíble estar tan lejos y sentirlo tan cercano. Yo me puse a bailar, porque hasta el baile era parecido. Como dice mi amigo Manongo Mujica, yo siento que con “Conjuros” hemos conseguido un encuentro tribal, un regreso a nuestra tribu.

–Ya que mencionas la oración y la espiritualidad, ¿cómo vives tú la religión actualmente? ¿Cuál es tu idea de la fe?

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¡Ay! ¡Qué canalla pregunta! [risas]. Yo soy creyente, creo en esa fuerza natural, esa fuerza espiritual que es Dios para mí. Y lo invoco, por ejemplo, para pedirle por el Perú. Para pedirle al Dios padre librar al Perú de toda esta lacra terrible que hay en la política. De esos políticos que mienten, que estafan, que no trabajan por el país, sino que están metidos en sus propios negocios, en su propio viaje. A estos políticos les importamos un comino los peruanos. Les importa un comino el Perú.

–Al punto de que puedes estar comiendo con tu familia en un centro comercial, te cae un techo y te mata.

¡Y ellos no hacen ni les importa nada! Porque no hay ninguna institución que te salve tampoco. Estás viajando o yéndote a trabajar, y entran delincuentes al microbús y te disparan y te matan. Y si sales a protestar o a reclamar, te matan. ¿Entonces cómo no vas a rezar, a pedirle al Señor de los Milagros que nos haga ese milagro de desaparecer a esta gente maligna para lograr que el Perú se salve? Para poder vivir en paz, para que los niños crezcan en un país sano.

–Y mientras tanto, ¿cómo hacer para no caer en la desesperanza?

Yo me refugio en la música, en el arte. El poder ir a ver a un grupo de danza, como los que se están presentando en el festival Temporada Alta… O ir a un concierto, por ejemplo. Hoy iré a ver a Sting, gracias a un amigo que nos ha invitado. Pero cómo no pudieran todas las señoras que están en el mercado de Cañete ir a ver a Sting también. Yo creo que todos tenemos derecho a la belleza. Tenemos el derecho de vivir de la belleza.

–¿En algún momento pensó en vivir fuera del Perú?

No puedo… El momento más difícil para nosotros y para la mayoría de artistas y la gente en el Perú fue la época del terrorismo. Había amigos en Europa que nos decían vengan a vivir acá, tenemos espacio, les buscamos trabajo, no se preocupen por nada. Nos querían mandar hasta los pasajes, y nosotros dijimos “de acá no nos vamos”. Yo siempre lo digo: la patria es la madre. ¿Cómo la vas a abandonar? Y si te alejas de ella, siempre queda un dolor. Sobre todo cuando voy de gira, me encuentro con muchos peruanos y lloramos juntos. “Hace 10 años que no voy al Perú”, me dicen. “Hace 10 años que no veo a mi familia”. Me pasa más ahora, porque antes los peruanos no iban a mis conciertos… [sonríe].

–¿Crees en ese dicho de que nadie es profeta en su tierra?

Yo creo que sí. Ahora que me van a hacer un documental, he estado revisando un folder que tengo con todos mis conciertos. Es una cosa impresionante la cantidad… pero casi todos fuera del país. La parte del Perú es así de chiquita [junta el índice y el pulgar]. Recién ahora último me hacen caso en el Perú y estoy haciendo algunos conciertos. Antes iban 10 personas...

–¿Y qué sentías?

Bueno, me daba muchísima pena. Porque yo ensayo, me preparo, trabajo, soy una obrera de la música. Y mis compañeros de trabajo, mis músicos, también. Tú tienes esa responsabilidad. Vas a entregar tu obra, las canciones, la música; vas a entregar todo, y el que la recibe tiene que emocionarse tanto como tú. La única forma de conseguir eso es trabajando. El público se da cuenta cuando no hubo trabajo, o cuando ese trabajo es ligero; cuando es un deseo de aparecer, y nada más. La verdadera obra de un artista es puro sudor y lágrimas, como decía Astor Piazzola.

–¿Sigues siendo una gran lectora de poesía?

No tanto ahora. Sí leo, pero me demoro mucho. Hace poco vino al Perú un músico argentino, Polo Martí, que integra un dúo de guitarra y flauta. Se quedaron en Cañete, dieron clases experimentales a los chicos de allá. Él le ha puesto música a un poema de Carlos Germán Belli que yo escogí cuando él todavía estaba vivo. No me acuerdo del nombre, pero habla de una madre y sus hijos que están debajo de la tierra…

–“Segregación”...

¡Ese! Me hace recordar la historias de aquellas familias en Ayacucho que en la época del terrorismo se escondían en cuevas cuando llegaban los senderistas, porque los mataban. Yo a Carlos Germán lo veía siempre en los cumpleaños de José Ruiz Rosas. Él siempre estaba allí. Y de José también voy a grabar un poema.

–¿Qué me puede contar del documental sobre su vida?

Es un proyecto de Del Barrio Producciones, con Michelle Alexander y Hugo Coya. Me hicieron la propuesta y yo me deslumbré. Me parece lindísimo y apasionante. Ya estoy preparando un gran concierto, que no puedo revelar aún, que vamos a filmar para el documental. Y también estoy trabajando en proyectos de discos. Al no morirme [risas], he encontrado varias cosas que no había grabado, que había cantado solamente, o se habían quedado a mitad de camino. Entonces me dije “he regresado a la vida para esto”. Son como cinco discos que tengo que grabar. Felizmente, los grabo en mi casa de Cañete. Camino hasta el estudio y canto. Los músicos van allá, se alojan, comemos juntos.

–¿Y qué le gusta hacer cuando no está haciendo música?

Me gusta mucho cocinar. Ahora en el verano, mucha gente amiga que se está yendo a Paracas o a otros sitios pasa por mi casa, se queda allí, y yo les cocino y me divierto. La cocina es parecida a la música, definir cómo deben estar los ingredientes, uy… Lo otro que me gusta es bailar. Pero con la enfermedad que tuve estuve casi seis meses en cama, perdí la facultad de moverme, de mover mis manos y mi cuerpo. Hasta hoy hago rehabilitación. Vengo a Lima los martes y los miércoles para eso. Ahora estoy haciendo yoga, pero primero fue rehabilitarme, volver a usar mi cuerpo, mis manos y pies, la espalda. ¡Qué horror! Estaba toda tiesa. Es duro, pero tengo que seguir.

–Todo sea para volver a bailar.

Sí, tengo que volver a bailar. Con eso en mente estamos.

Sepa más
  • “Conjuros”, el nuevo disco de Susana Baca, ya está disponible en plataformas como Spotify y YouTube.

  • Del 8 al 24 de mayo (de jueves a sábado), Baca ofrecerá un ciclo de conciertos en la Alianza Francesa. Las entradas se pondrán a la venta próximamente.