(Foto: AFP)
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Virginia Rosas

Nunca está de más repetirlo, no hay que confundir nuestros deseos con la realidad. Y la realidad es que los militares venezolanos han respondido a la mano tendida por con un contundente respaldo a .

“No seríamos dignos de vestir este uniforme, si no defendiéramos la Constitución, nuestra independencia y nuestra soberanía”, declaró el ministro de Defensa, general Vladimir Padrino, por cadena nacional y rodeado de los altos mandos de las Fuerzas Armadas.

Si en algo coinciden todos los analistas es que ningún cambio será posible en Venezuela si no se logra horadar la alianza cívico-militar sobre la que se sostiene el régimen chavista. Es evidente que existe un malestar dentro de las FF.AA. El levantamiento, el lunes pasado, de un grupo de oficiales de bajo rango de la Guardia Nacional, que fue inmediatamente desactivado, es prueba de ello, pero no alcanza.

Mientras más flaquea el régimen de Maduro, más prebendas reciben los militares, que no solo manejan 9 ministerios –entre ellos carteras claves para llenarse los bolsillos, como Defensa, Interior, Agricultura y Alimentación–, sino que además controlan PDVSA, la empresa petrolera estatal que recauda el 96% de los ingresos del país.

Como los ministerios ya no les rinden tantos beneficios, los militares han incursionado en el mundo de los negocios: controlan un banco estatal y las gigantescas riquezas mineras del Orinoco, donde existen grandes reservas de oro que el país explota bajo un secretismo que solo puede explicarse por la corrupción.

Y también han formado el Cártel de los Soles, cuyo nombre responde a la insignia que portan los uniformados y que se dedica al tráfico de cocaína desde la frontera con Colombia. El general Diosdado Cabello, uno de los hombres fuertes del régimen, ha sido sindicado como el jefe del cártel que escolta y custodia los cargamentos de droga que salen por Maracaibo. Se calcula que 200 toneladas de cocaína transitan anualmente por ese puerto.

Por eso resulta insólito –por decir lo menos– que la rápida autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, tras la declaración de ilegalidad en el cargo de Nicolás Maduro –con la anuencia de EE.UU., del secretario general de la OEA y de los países del Grupo de Lima–, no haya sido coordinada antes con las Fuerzas Armadas. Es poco creíble que el grupito que se levantó el lunes haya sido el único apoyo con el que contaban.

Venezuela, que no es un país en guerra, tiene 1.200 generales y 365 mil soldados para reprimir al pueblo. Evidentemente, no debe ser solo amnistía lo que buscan, sino un puente de plata para irse lejos a disfrutar del botín que han acumulado hambreando a sus compatriotas.

Putin ya declaró su apoyo a Maduro. Esto quiere decir que Rusia seguirá vendiéndole armas y vetará cualquier sanción que pretenda aplicar el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU. China, siempre más discreta, apela a la no injerencia, mientras compra petróleo a precio huevo y no hay duda de que aplicará también su derecho de veto en el CS.

A menos que haya otro plan bajo la manga, todo deja suponer que Maduro pernoctará en el palacio de Miraflores aún un tiempo más.

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