Angie Higuchi

La ley 29811 que fijaba una moratoria de 10 años señala que se debía “desarrollar la infraestructura y generar las líneas de base respecto de la biodiversidad nativa, que permita una adecuada evaluación de las actividades de liberación al ambiente de Organismos vivos modificados (OVM), comúnmente conocidos como transgénicos”. El pasado martes 20 de octubre, el pleno del Congreso aprobó con 104 votos ampliar la moratoria al ingreso y producción de los OVM hasta diciembre del 2035. Pero, ¿entendimos los peruanos de a pie qué causaría el ingreso de la semilla transgénica al territorio peruano?

Es una grave equivocación decir que los productos transgénicos son una solución para acabar con la hambruna o alimentar a una población en crecimiento. Los productos transgénicos son limitados en cuanto a variedades (maíz, soya y algodón son claros ejemplos) y se destinan principalmente a biocombustible y alimentos para ganado. Solo una fracción se deriva a alimentación humana directa (ultraprocesados). Tal vez no debamos de ver la solución del hambre en la semilla sino en otros aspectos como, por ejemplo, el desperdicio del alimento.

Otro punto válido es el acceso al alimento de los ciudadanos de un país. La inseguridad alimentaria existe cuando las personas no tienen acceso en todo momento a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para cubrir sus necesidades nutricionales y las preferencias culturales para una vida sana y activa. Como ejemplo, en América Latina, la soya transgénica resulta mucho más perjudicial que otros cultivos porque además de los efectos directos derivados de los métodos de producción –principalmente del copioso uso de herbicidas y la contaminación genética– requieren proyectos de infraestructura y transporte masivo que impactan sobre los ecosistemas y facilitan la apertura de enormes extensiones de territorios a prácticas económicas degradantes y actividades extractivistas.

Al permitir la producción de transgénicos a Perú, la biodiversidad que nos caracteriza se vería afectada por la deforestación para dar paso a monocultivos como soya o maíz, cultivos no necesariamente demandados por el mercado internacional. Asimismo, estaríamos desplazando cultivos que son requeridos para proteger nuestra seguridad alimentaria, así como también productos que favorecen a las agroexportaciones peruanas, por las cuales el Perú ha sido posicionado en el mundo. Adicionalmente, es bien conocido que las plantas que crecen en monocultivos genéticamente homogéneos a menudo no poseen los mecanismos ecológicos de defensa para tolerar los brotes de las plagas, así como también de la generación del empobrecimiento de la tierra ya que no hay asociatividad en los cultivos.

A ello se suma el argumento de un impacto en la economía del agricultor. Los defensores del uso de transgénicos mencionan que la rentabilidad del agricultor es mucho menor que el precio que se vende al consumidor. Sin embargo, el precio que recibe el productor no se solucionará con el ingreso de las semillas transgénicas.

Los productos transgénicos, al no tener preferencia ni posibilidad de buen mercado (solo en uso industrial o alimentación animal), terminarán perjudicando los mercados de la marca Perú, lo cual será devastador para la economía de los productores. Importantes países para nuestras agroexportaciones prohíben o restringen el ingreso de alimentos con algún contenido transgénico no declarado, como la mayor parte de países de la Unión Europea o Japón. La demanda internacional exige nuestros productos de alto valor, excelencia y calidad como frutas, hortalizas, café, cacao, etc., pagando por ellos, siendo muchos de ellos productos nutracéuticos y funcionales. El Perú es una de las mejores despensas de ingredientes del mundo que resalta en cuanto a su biodiversidad y riqueza. Nuestro país es megadiverso y tenemos los mejores cultivos. Nuestra agricultura se caracteriza por una adaptación de diversidad de productos a la geografía, clima y edafología. Asimismo, nuestros productos son de nicho o de boutique, y merecen un precio especial por ofrecer una ventaja comparativa y competitiva en cuanto a su exoticidad y/o beneficios varios en comparación con otros productos.