A seis meses de la convocatoria de los, el país parece haber ingresado a un semestre que será clave para avizorar lo que podría caracterizar la transición entre el convulso período presidencial iniciado en el 2021 y el siguiente.

Es que la renovación del liderazgo político de abril del 2026 estará marcada por una pregunta persistente desde diciembre del 2022, cuando la presidenta Dina Boluarte inició su accidentada gestión: ¿llegará a julio del 2026? La propia jefa del Estado ha reiterado su voluntad y expectativa de que así será.

Pero la voluntad política tiene límites, como bien lo planteara el recordado Javier Barreda, incluso desde el título de su libro sobre el intento de estatización de la banca de 1987. Ni qué decir de las expectativas que maneja el entorno presidencial, muy alejadas de lo que la realidad indica.

En relación con esto último, el último fin de semana ha reiterado un dato desolador para el Ejecutivo: el altísimo nivel de rechazo (92%), reportado por Datum (El Comercio, 13/10/2024) e Ipsos (América TV, 13/10/2024), dos de las más importantes encuestadoras nacionales.

Cada una de ellas aporta algún dato que vale la pena resaltar. Datum, por ejemplo, ubica la mayor desaprobación en el grupo etario 35-44 años (94%), un conglomerado que agrupa a quienes tienen un recuerdo relativamente fresco de las décadas de 1980 y 1990.

Ipsos, entre tanto, reseña la práctica desaparición de los que eran percibidos como el sostén del Gobierno: los niveles altos (el pequeño NSE A) y la capital. En ambos casos, la desaprobación a Boluarte crece cinco puntos porcentuales (97%). Si se considera que el margen de error es de +/- 2,8 puntos porcentuales, no se está lejos de decir que la desaprobación es unánime.

Los políticos desdeñan las cifras que reportan las encuestadoras aduciendo que “son la foto del momento”. En el caso de las autoridades en funciones, aseguran que se abocan a trabajar y no a mirar sondeos. Seguramente creen que tomando la foto desde otro ángulo la cosa mejora.

Pero es una ilusión. Lo que las encuestas reflejan es un serio problema de legitimidad, que sin duda impactará en los resultados y en la dinámica de la campaña electoral.

Con un liderazgo político que parece renuente a escuchar las demandas ciudadanas, el plato para quien impulse discursos radicales, de la naturaleza que sea, parece estar servido.

Hace unos meses, Ipsos reportó (”Perú 21″, 21/7/2024) la preferencia de los encuestados (49%) por alguna candidatura presidencial que provenga de fuera del escenario político. ¿Serán tal vez estos advenedizos los potros de bárbaros atilas o los terribles ‘outsiders’ que nos manda la suerte? Pronto lo sabremos.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público

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