(Ilustración: El Comercio).
(Ilustración: El Comercio).
Daniela Meneses

Estas semanas se viene debatiendo si deberían estar compuestas por el mismo número de hombres y de mujeres. La discusión es importante, pero ahora que la atención está en la relación entre las mujeres y la política, bien haríamos en pensar cómo esta última no atañe solamente a quienes quieran hacer de ella su carrera: también afecta el día a día de las mujeres.

Marta Fraile (Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España) e Irene Sánchez-Vítores (European University Institute) acaban de sobre el interés por la política en la población inglesa. La elección de país se debe a que Inglaterra, aseguran, presenta un caso promedio dentro de los países de Europa Occidental, y a que tenían disponible data del British Household Panel Survey, que encuestó a más de 10 mil personas entre 1991 y el 2009. ¿Qué encontraron? Que ya a los 15 años el interés por la política era mucho mayor en hombres que en mujeres: la brecha era de 20 puntos porcentuales. Diez años después, aumentaba a 30.

La en el interés por la política se viene estudiando desde hace varias décadas. Como dice que presenta el estudio: “Cuando se le pregunta a las personas ‘¿qué tan interesado dirías que estás en la política?’, el porcentaje de hombres que contesta ‘mucho’ o ‘algo’ es significativamente mayor que el de las mujeres. Este fenómeno se ha observado en más de una docena de países ricos”. En , la académica Miki Caul Kittilson asegura que “desde los 70, estudios de comportamiento político muestran que los hombres están más interesados en política que las mujeres y que son ellos quienes de manera más frecuente discuten sobre política, ven en televisión programas sobre asuntos públicos, leen periódicos y manifiestan haber leído sobre eventos políticos […]. En Latinoamérica, aparecen brechas de género estadísticamente significativas en lo que concierne al seguimiento de noticias políticas, conversaciones con amigos sobre política y tratar de convencer a otros sobre la propia opinión política”. En nuestro país, tenemos que cuando en el 2006 Ipsos preguntó en una encuesta nacional por el interés por la política, un 58% de hombres y un 45% de mujeres dijeron que sí les interesaba; y un 38% de hombres y un 51% de mujeres dijeron que no.

Ahora, ¿por qué es un problema que las mujeres tengan menos interés en la política? ¿No es válido que tengan gustos diferentes? ¿No es innecesario cerrar brechas por el mero hecho de cerrarlas? Las preguntas anteriores requieren pensar en dos asuntos: qué es lo que está detrás de estas diferencias y qué consecuencias tienen. Me centraré en lo primero.

De acuerdo con el estudio con el que inicié este artículo, hay razones para pensar que el factor central –aunque de ninguna manera el único– que explica que las diferencias se manifiesten ya en la adolescencia es la socialización de género; es decir, el proceso por el que los individuos aprenden los comportamientos asociados con lo masculino y lo femenino. “En el período de socialización, las mujeres –muchas veces a través de mecanismos sutiles o indirectos– son generalmente desalentadas de involucrarse en la acción política”. El artículo de Kittilson, que funciona como una revisión de investigaciones, también apunta a los roles tradicionales de género como posible explicación. Sin embargo, se necesitan más investigaciones. Y más detalladas, pues como dicen Fraile y Sánchez: “Aunque las mujeres tienden a estar menos interesadas en la política en abstracto [...], declaran su interés en asuntos políticos específicos como, por ejemplo, derechos civiles, políticas sociales o política local”.

No se trata de cerrar la brecha porque sí. Se trata de que las mujeres no vean sus intereses personales empañados por estereotipos y sean libres de elegir qué les gusta.

Decía también que la discusión sobre la necesidad de cerrar estas brechas pasa además por pensar en cuáles son sus consecuencias, y que no iba a poder desarrollar esto por cuestiones de espacio. Pero los dejo con esta frase de la nota de “The Economist” que cité antes: “Si las mujeres están menos interesadas en la política, podrían tener menos probabilidades de participar en ella […]. Y sus opiniones –particularmente en asuntos sociales como equidad en el trabajo, licencia de paternidad y maternidad y cuidado de menores, asuntos que en promedio les interesan más que a los hombres– podrían no estar adecuadamente representadas en el gobierno”.