“Seguimos con gobiernos efímeros y tembleques que a lo más se ocupan de los intereses dispersos”. (Ilustración: Victor Aguilar Rúa)
“Seguimos con gobiernos efímeros y tembleques que a lo más se ocupan de los intereses dispersos”. (Ilustración: Victor Aguilar Rúa)
Hugo Neira

En estos días vi una obra de Avant Garde, un elenco inglés, el más alto nivel en la danza contemporánea en el Gran Teatro Nacional. “Fagin’s Twist”. Y en la Escuela Superior de Guerra, en Chorrillos, el Art Lima, una feria internacional de apabullante belleza y calidad. Está claro que Lima es una megaciudad. Pero dudo de que sea la capital de este enorme y fragmentado país. es el epicentro de una crisis que resulta ininteligible para una buena parte de la clase política.

¿Qué es un estamento? Un grupo social que tiene una situación privilegiada. Una clase se determina por el lugar que uno ocupa en el sistema de producción. “El estamento es una forma de vivir”. La clase es ser empleado, obrero, empresario, etc. Nosotros, los peruanos, tenemos clases sociales y a la vez estamentos que nacen coloniales y no desaparecen con la independencia. Se reconstruyen en la República tras los negocios del guano y el salitre. Max Weber, que no puso jamás los pies en este continente, nos definió claramente. “En esas Indias aisladas, los reyes de Austria [no los llama españoles] organizaron burocráticamente los privilegios dentro de un sistema de estamentos. De ahí salió la esfera de los favores”. No dice que solo hubo clanes dinásticos en criollos y peninsulares, sino “que acogieron a los indios de nobleza o de rango de curacas”. La esfera de los favores se prolonga hasta nuestros días. No me digan que a un ministerio se entra por concurso público. Es a dedo. Algo nada moderno.

El problema minero-agro es un choque de titanes. La metáfora de los griegos es pertinente para nuestro caso. ¿Por qué Zeus y los dioses olímpicos se les enfrentaron? Porque los titanes eran tan poderosos que podían deshacer el universo. Los vencieron al encarnar, Zeus y sus hermanos, el equilibrio, la sensatez.

Si tuviéramos estadistas, ya habrían reunido las capas tectónicas, es decir, mineras y comunidades. Esa sería la gran reforma. ¿No nos damos cuenta de que las transnacionales en el Perú, tras la extinción de los ‘doce apóstoles’, ocupan los 30 primeros lugares en el ránking de empresas? (Francisco Durand, 2004). Y del otro lado, según el Directorio de Comunidades Campesinas, hay 7.267. Por lo demás, Las Bambas ha pasado por diversas manos. De la suiza Xstrata Copper a una empresa china, MMG Limited. Estaba en marcha un túnel –un mineroducto– y los chinos lo cancelaron. Natural, Ollanta presidente.

El mayor conflicto no está entre Ejecutivo y Legislativo, izquierdas o derechas. Me parece que no se entiende lo que está ocurriendo. Perdón, pero vuelvo con otro sociólogo alemán, Tönnies. Suyos son los conceptos ‘gemeinschaft’ y ‘gesellschaft’. Traducción: comunidad y sociedad. Hoy, los que bloquean son comunitarios. Y al gobierno no se le ocurre llamar a antropólogos. A falta de estos, están las ONG que reciben dinero de la oligarquía mundialista y apátrida que paga para que se derrumbe eso que se llama nación. Entre tanto, a los campesinos los manipulan. Y ni una miserable línea telefónica vincula al gobierno limeño con esas fuerzas rurales. Hay quienes esperan alguna violencia para incendiar la pradera, sobre todo en el sur. Resolver Las Bambas está bien, pero no es gran cosa. El problema reaparecerá en Challhuahuacho, en Mara. Hay que distribuir territorios. Y pensar que Hegel, en 1818, define el Estado como la esfera del “bien común”. Han pasado dos siglos. Y seguimos con gobiernos efímeros y tembleques que a lo más se ocupan de los intereses dispersos. El Estado moderno no lo tenemos. Ni entendemos qué es.