cancha
cancha
Iván Alonso

Indecopi, como es de público y triste conocimiento, ha prohibido a dos cadenas de cine continuar con la práctica de restringir el ingreso a sus salas con cancha u otros productos que no sean adquiridos dentro de sus locales. La mayoría de opositores a esta medida predicen un aumento en los precios de las entradas. No estamos seguros de que eso vaya a ocurrir. Lo que sí creemos que va a ocurrir es que habrá menos funciones en ciertos horarios, menos espacio dedicado a la venta de comidas y bebidas y menos inversión en nuevos cines, particularmente en provincias.

Una de las cadenas –y suponemos que la otra también– apeló en su defensa a que la venta de cancha es parte de su “modelo de negocio”. ¿Qué significa eso? Que las películas y la cancha son bienes complementarios: a la gente le gusta consumir las dos a la vez. Una sala de cine con un quiosco de cancha al costado venderá más entradas; un quiosco al costado de una sala de cine también venderá más. Tiene sentido ponerlos juntos en un solo local.

Este modelo de negocios se apoya en la restricción al acceso a las salas con cancha comprada afuera. La restricción permite subir el precio de la cancha y ganar un margen, que se suma al que deja la venta de entradas. Es la suma de ambos márgenes lo que sirve, primero, para pagar los costos de operación y, segundo, para recuperar la inversión. Si desaparece esa restricción, algo tendrá que cambiar.

Probablemente lo primero que cambie será la programación. La ocupación de la sala varía con la hora del día y el día de la semana. Debe de haber un número mínimo de espectadores que justifique el gasto en personal, energía y demás que demanda cada función. Ese número depende de cuántos ingresos deje, en promedio, cada espectador. Como ya no se puede cobrar por la cancha lo mismo que antes, la valla tendrá que subir. Algunas funciones podrían eliminarse porque la afluencia de público no alcanza para cubrir sus costos.

Otra cosa que podría cambiar es la configuración de los cines. La proyección de películas y la venta de cancha son negocios complementarios, pero compiten por un mismo recurso: el espacio. Si quiere maximizar sus ganancias, el dueño del cine tiene que sacarle el mayor provecho posible. Cada metro cuadrado dedicado a la venta de cancha debe ser tan rentable como un metro cuadrado de sala. Si baja el precio de la cancha, el área, a la larga, se tiene que redistribuir. Menos espacio para la venta de cancha y más para ver películas. Siempre se puede remodelar un local para ampliar las salas o meter una más a presión. Claro que, para mantener el nivel de ocupación, habría que bajar los precios de las entradas.

De una u otra manera, el negocio del cine será menos rentable. Y aunque las cadenas afectadas por estas resoluciones de Indecopi no cierren un solo local, será más difícil abrir uno nuevo. ¿Qué triunfo es ése para los consumidores de tantas provincias donde todavía no hay cines?

Es perfectamente posible, sin duda, que una parte del público prefiera cines menos modernos y tecnificados, donde la cancha sea más barata o pueda traerse de afuera. Pero esa opción o, vamos a decir, ese modelo de negocio ya existe. Cualquiera puede poner ese tipo de cine. Dejemos que ambos modelos de negocio compitan entre sí y que cada cual elija el que más se acomode a sus preferencias y su bolsillo.