Richard Webb

El paralelismo que ha existido entre la vida de PPK y la mía se remonta a nuestros orígenes. Ambos tuvimos padres que emigraron de Europa al Perú durante las primeras décadas del siglo pasado, y ambos gozamos de una educación privilegiada. Siendo de casi la misma edad, compartimos clases en el colegio Markham cuando este recién se fundaba, pasando después a una secundaria en colegios para internos, PPK en Inglaterra y yo en Canadá. Luego ambos tuvimos el privilegio de estudiar Ciencias Económicas en universidades de élite, PPK en Inglaterra y yo en Escocia y EE.UU.

En ambos casos, un factor clave fue la ayuda de becas porque ninguno de nuestros padres tenía gran capacidad económica –Maxime Kuczynski era médico, empleado en el Ministerio de Salud y estuvo un tiempo encarcelado por su cercanía con el Apra–. Su compromiso social quedó registrado tanto en su trabajo internado en la selva, en la que creó un primer leprosario para el país, como luego en sus detallados estudios y análisis pioneros de los problemas de salud tropical en diversas comunidades de la sierra y selva. En el caso de mi padre, este perdió su casa y su empresa cuando fue llamado al servicio militar británico durante la Segunda Guerra Mundial y luego trabajó como oficinista, ya en casa alquilada. PPK se inició muy joven en la vida profesional, mediante su contratación en el Fondo Monetario, mientras que yo seguí mis estudios para lograr un doctorado en Economía. Poco después, ambos nos reencontramos como funcionarios del BCR durante el primer gobierno de Fernando Belaunde, encuentro que se repitió durante el segundo gobierno de Belaunde cuando PPK fue ministro de Energía y Minas y yo presidente del BCR. Y coincidimos nuevamente durante el gobierno de Toledo, así también vivimos otras coincidencias como “casi vecinos” en algunas oportunidades de residencia y trabajo en Estados Unidos, en las que PPK siempre destacaba por sus éxitos, a veces como ejecutivo en empresas privadas y otras veces como funcionario del más alto nivel del Fondo Monetario y del Banco Mundial.

Desde su renuncia a la presidencia de la nación en marzo del 2018 –hace ya cinco años y medio– Pedro Pablo Kuczynski ha venido enfrentando acusaciones y restricciones a su derecho a la libertad de movimiento. En efecto, Kuczynski ha padecido cuatro y medio años de encarcelamiento en su casa, sin que se formalicen los cargos y las evidencias que podrían justificar tales restricciones. Independientemente de lo que es desde ya un castigo mayúsculo, no sustentado hasta la fecha por evidencias y un proceso formal de acusación y sentencia, la situación del ciudadano PPK nos debe llevar a una reflexión, no solo de lo que desde ya tiene visos de ser un caso de particular demora, sino del problema más general de una sociedad que aún padece de atrasos significativos en todos los aspectos del desarrollo –económico, social y político– y que por su pobreza y subdesarrollo requiere, ante todo, un liderazgo de la más alta efectividad. No cuento con los conocimientos legales y formales que se encuentran de por medio en este caso, pero comparto mis conocimientos personales sobre la persona que he conocido desde hace seis décadas, además de mi experiencia de lidiar con los obstáculos del desarrollo económico y social.

La larga experiencia de trabajo en gobiernos enseña la suma importancia que tienen tanto la honestidad como la capacidad de unos pocos funcionarios. Una lección preocupante, sin embargo, es la extrema vulnerabilidad que tienen estos factores. Por mis diversos trabajos en el gobierno he conocido un gran número de funcionarios en diversas oficinas del Estado y es inevitable que las preguntas acerca de su capacidad y honestidad estén siempre presentes, especialmente, quizá, porque las acusaciones y los indicios de deshonestidad abundan en los medios y en los debates políticos. La deshonestidad en funcionarios del gobierno existe, pero ser funcionario no es un motivo automático para desconfiar. Me ha sorprendido, más bien, la frecuencia de honesta vocación de servicio público, quizá particularmente cuando esa vocación se encuentra acompañada de alta capacidad ejecutiva.


Richard Webb es el director del Instituto del Perú de la USMP

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