
Una prevención a la altura de nuestros adolescentes
Resumen generado por Inteligencia ArtificialEl 26 de junio se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, fecha que coincide con el 39.º aniversario de CEDRO, institución comprometida con la promoción de estilos de vida saludables, resiliencia, trabajo lícito e inclusivo, y fortalecimiento comunitario. Este compromiso incluye también la integración de comunidades migrantes y refugiadas, con un enfoque preventivo e inclusivo.
En el Perú de 2025, la adolescencia —etapa de curiosidad, búsqueda de sensaciones y toma de riesgos— enfrenta desafíos más complejos: ansiedad creciente, sobreexposición digital y acceso temprano a alcohol, drogas sintéticas y medicamentos mal utilizados. Todo esto ocurre en medio de una silenciosa crisis de salud mental, frente a la cual la respuesta pública y privada sigue siendo fragmentada.
La mitad de los trastornos mentales se inicia antes de los 14 años, pero en América Latina solo uno de cada cinco adolescentes con problemas emocionales recibe atención oportuna. En el país, esta brecha se agrava con la circulación de sustancias como MDMA, poppers, LSD, ketamina o “Tuci”, además del uso clandestino de opioides. Estas drogas, más potentes y menos visibles, tienden a desplazar a las tradicionales, mientras muchos programas escolares siguen centrados en marihuana, pasta básica y tabaco, y apenas mencionan el alcohol, la sustancia con mayor impacto social.
Este desfase entre discurso institucional y realidad adolescente se refleja en cinco errores frecuentes: falta de enfoque intercultural, escasa participación juvenil en el diseño de intervenciones, baja inversión estatal en prevención, ausencia de perspectiva de género y una visión reducida de la prevención como simple “charla sobre drogas”. Prevenir es, en esencia, fortalecer la resiliencia, autoestima, habilidades socioemocionales y proyectos de vida.
Además, la prevención integral debe desalentar el involucramiento de jóvenes en la cadena de producción, tráfico y consumo de drogas, especialmente en regiones vulnerables como la Amazonía, donde muchos adolescentes quedan atrapados en economías ilegales que comprometen su salud y su futuro.
Urge una nueva visión: una prevención emocional, digital e intersectorial. Se necesitan programas que desarrollen capacidades de afrontamiento, dialoguen con el entorno virtual y trabajen en red con familia, salud, justicia y comunidad. Modelos como Communities That Care en EE. UU., Planet Youth en Islandia o los enfoques de la OPS y el NIDA demuestran que es posible lograr resultados cuando se moviliza el esfuerzo colectivo. Como advierte el NIDA, “la prevención no es una talla única para todos”. Requiere adaptación, evidencia y compromiso.
El Perú necesita una política preventiva que actúe a tiempo y con sentido de realidad. No bastan las conferencias ni las campañas simbólicas. Es imprescindible escuchar a la adolescencia, incorporarla activamente y brindarle herramientas reales para enfrentar un entorno complejo. Postergar esa responsabilidad es seguir fallándoles.

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