Así, después de una campaña deslucida y que motivó poco interés de parte de la ciudadanía, ningún partido tuvo la fuerza para destacarse de manera nítida entre el resto
Así, después de una campaña deslucida y que motivó poco interés de parte de la ciudadanía, ningún partido tuvo la fuerza para destacarse de manera nítida entre el resto
Editorial El Comercio

El país cumplió ayer con las elecciones complementarias que mandaba la Constitución para completar el período del anterior. Al margen de las controversias sobre la “denegación fáctica” de la cuestión de confianza que motivó el cierre del Legislativo, lo cierto es que desde hoy se abre una nueva etapa para la vida democrática nacional.

El proceso, extraordinario por su naturaleza, tuvo sin duda algunos bemoles e incertidumbres que las autoridades electorales no supieron manejar siempre con solvencia. La decisión extemporánea sobre la posibilidad de que congresistas del período pasado culminen su mandato, las exclusiones formalistas de más de un candidato por asuntos menores y subsanables, la falta de advertencia sobre postulantes con acusaciones o procesos judiciales pendientes, entre otros problemas, se asomaron para empañar los comicios. Sin embargo, haciendo las sumas y restas, no se debe dejar de reconocer que, aun con el cronograma ajustado en medio de una situación inédita para nuestra democracia, las elecciones se pudieron celebrar con relativa normalidad. Los resultados de ayer son nada menos que una expresión directa de la voluntad popular, y como tal deben ser respetados.

Quizá lo que más llama la atención de esta voluntad popular es la amplia dispersión del voto. Según el último conteo rápido de ayer, 10 agrupaciones tendrían escaños en el siguiente Congreso. A diferencia de otros ciclos políticos en los que al cabo de algunos años se termina con un gran número de grupos dadas las escisiones en el interior de los partidos, este ciclo corto se inicia con una estructura ya atomizada.

Así, después de una deslucida y que motivó poco interés de parte de la ciudadanía, ningún partido tuvo la fuerza para destacarse de manera nítida entre el resto (aunque algunos, como el , sorprendieron por los resultados que lograron). Con una composición fraccionada, el diálogo y los consensos políticos de ancha base serán condiciones necesarias para aprobar legislación y mantener operativo el Parlamento. Algunos partidos, de hecho, ya han adelantado la búsqueda de acuerdos. Pero con poco tiempo de trabajo por delante, visiones contrapuestas y una campaña presidencial en ciernes, el éxito de esta construcción de espacios comunes está lejos de estar garantizado.

Más aún, sobre las agrupaciones que lideraron la votación –Acción Popular, Frepap y Podemos por el Perú– penden dudas respecto de la línea política que seguirán sus representantes. Esto se debe no solo a la diversidad individual de los candidatos que pusieron en campaña, sino quizá sobre todo a la ambigüedad de sus propuestas institucionales como partidos. Por lo pronto, el trascurrir de los meses irá necesariamente decantando sus posiciones y diferencias.

Asimismo, la jornada electoral de ayer reflejó en más de un sentido los sentimientos populares que terminaron precipitando el cierre del Congreso en setiembre del año pasado. Los partidos de abierta oposición al gobierno del presidente Martín Vizcarra cosecharon poco apoyo de parte de los electores, en línea con lo que anticipaban las encuestas. El Partido Aprista quedó definitivamente fuera del Congreso, lo mismo que Solidaridad Nacional y Contigo. La propia Fuerza Popular no habría logrado convencer a más del 7% de ciudadanos de respaldar su propuesta política.

El Congreso electo tiene, por supuesto, varios encargos pendientes, entre los que se cuentan revisar la actividad legislativa que tuvo el Ejecutivo durante los últimos meses y, sobre todo, adecuar el terreno para las elecciones generales del 2021. El tiempo es corto y los parlamentarios electos tendrán que demostrar, ahora sí, que están a la altura que demandan las circunstancias.

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