
Este año va a ser desgastante. La verdad es que, desde el 2016, los peruanos andamos sin aliento en una contienda política que va más allá del proceso electoral. Los ciclos presidenciales interrumpidos, el peso del Congreso en un desequilibrio de poderes y la calidad de la clase política han confabulado para que las próximas elecciones lleguen con quizá más apatía que esperanza. Una apatía que ni los máximos niveles de inseguridad ciudadana han logrado quebrar. La calle aún está tibia.
Por eso es que los últimos números de las encuestas no animan. El domingo, “Perú21″ publicó una encuesta realizada por Ipsos en la que Keiko Fujimori lidera con un 11%, cifra que corresponde a su siempre fiel bolsón electoral. En segundo lugar se encuentra el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, con 6%, empatado con el cómico devenido en político Carlos Álvarez, quien aparece como la novedad.
Pero la novedad en el 2020, un año antes de las elecciones, era George Forsyth. ¿Se acuerda del partido por el que postulaba? Hay que googlearlo para recordarlo: Victoria Nacional. Es, por lo tanto, aún prematuro aventurarse a tirar las fichas y apostar por alguno de los que figuran en la larga lista de “minicandidatos” anticipados.
Todavía hay una campaña por iniciar y varios trapos sucios que ventilar en lo que será una de las contiendas más polarizadas y procaces de los últimos tiempos.
Tampoco se puede concluir que la derecha es la favorita de los electores, por más que los tres personajes que lideran la encuesta encajen en ese perfil. La ventaja sobre los candidatos de izquierda que asoman, como Verónika Mendoza, Susel Paredes o Alfonso López Chau, es de apenas 3% o 4%.
A quienes nos preocupa y ocupa la política y su quehacer diario nos queda aún un buen tiempo para analizar y monitorear los discursos, gestos, alianzas, pero sobre todo las rupturas necesarias de los partidos con representación que aspiran a repetir curul, esta vez en el Senado. Porque, si los cálculos no fallan, en los previos a esta jarana electoral será obligatorio –en el discurso de campaña– alejarse del pasivo del actual gobierno y su impopularidad.
Así, la presidenta Dina Boluarte podría terminar de piñata o, peor aún, poniendo la cuota de género en el tan visitado penal de Barbadillo.