(Foto: Andina)
(Foto: Andina)
Fernando Cáceres Freyre

Sin figuras con peso político propio dentro de su Gabinete, y sin evidente interés por acercarse a la bancada de … ¿con quién gobernará el presidente este 2019?

“En la democracia, el pueblo manda y la autoridad obedece”. “El pueblo apostó por la democracia y lucha contra la corrupción”. “Este es un momento de escuchar al pueblo y no de ponerse de espaldas”. La apuesta del presidente resulta evidente.

Sin embargo, hay más de un ‘pueblo’ o ‘calle’ a la cual ‘obedecer’. Está la calle de las élites liberales, conservadoras y progresistas. Esa que el pasado 9 de diciembre conformó el 23% que votó “pensando si se debían hacer o no esos cambios en la Constitución” (Ipsos, 2018). Una calle que tiene la expectativa de que Vizcarra use su capital político para realizar más reformas políticas y/o nuevas reformas económicas, y que cuenta con mucho altavoz en los medios de comunicación.

También está la calle que no valora a profundidad las reformas (ni las del referéndum ni probablemente muchas de las nuevas que pudieran plantearse), y que a cambio de su apoyo a Vizcarra espera nuevas obras o mejores servicios; tal como si se hubiese elegido –el 9 de diciembre– a un nuevo presidente. Esta calle tiene su mayor altavoz en las encuestas y en las protestas sociales. Y sus expectativas de obras y servicios también han sido alimentadas por las ofertas realizadas en campaña por las nuevas autoridades regionales, que empezarán su mandato junto con el ‘nuevo presidente’ elegido este mes.

Aunque el deslegitimado Congreso seguirá generando presiones (por ejemplo, vía el Caso Chinchero), los mayores desafíos del 2019 para Martín Vizcarra provendrán del embalse de expectativas que ha generado en las calles; las que peligrosamente él ha convertido en juez y parte. ¿Con qué aliados buscará hacerles frente? ¿Un grupo muy bien seleccionado de congresistas con capital político propio? ¿Algunos partidos con presencia en regiones?

Algunos requisitos parecen imprescindibles para la elección de los nuevos aliados: (i) no tener ‘anticuchos’ o al menos haber salido aparentemente bien librados de delitos que se les hayan imputado, (ii) no estar identificados con proyectos políticos ‘quemados’ (fujimoristas, apristas, nacionalistas, peruposibilistas), y (iii) estar en capacidad de articular propuestas que –al menos– puedan ser vendidas como sensatas o serias.

En esa línea, no parece casual el juego en pared mantenido la semana pasada entre el congresista Alberto de Belaunde y el Ejecutivo al referirse a la necesaria reforma de la inmunidad parlamentaria, varias veces requerida desde esta columna.

¿Y de dónde obtendría Vizcarra sus demás aliados? Acción Popular (tres nuevos gobiernos regionales) y Alianza para el Progreso (cuatro) parecieran las principales canteras donde buscar alianzas de gobernabilidad. Guste o no, Acuña ha salido increíblemente bien librado hasta por la propia Complutense de Madrid.