
En el Perú, ser mujer sigue siendo un desafío. La desigualdad no es solo una cifra, sino el reflejo de cada salario injusto, cada oportunidad negada y, sobre todo, el temor constante de no llegar seguras a casa.
A pesar de los avances, la brecha de género en el mercado laboral continúa siendo alarmante. La diferencia salarial entre hombres y mujeres alcanza el 28%, pero en 12 de las 25 regiones del país supera el 30%. Según el Índice Regional de Brechas de Género, en el 2024, esta brecha respondía a tres factores: el mercado laboral, donde las mujeres enfrentan mayores dificultades para conseguir empleo; la baja participación femenina en política; y la falta de autonomía individual, reflejada en los altos niveles de embarazos adolescentes y violencia contra la mujer.
Precisamente por este último, el derecho a una vida libre de violencia sigue siendo una deuda pendiente. Durante los últimos tres años, los casos de violencia de género han mantenido una tendencia creciente. Tan solo en enero del 2025, el MIMP reportó 17 feminicidios y más de 500 denuncias por violencia en regiones como Moquegua, Arequipa y Apurímac, demostrando la aplicación insuficiente de las leyes contra la violencia de género.
Esta desigualdad no solo excluye oportunidades laborales y refuerza la brecha de género en otros ámbitos, sino también limita el desarrollo personal de las mujeres a través de la educación. La tasa de analfabetismo solo se redujo en 1% en la última década, lo que afecta a las mujeres, especialmente rurales, ya que el 25% de ellas no sabe leer ni escribir. Asimismo, mientras el 33,5% de las mujeres de entre 25 y 34 años en zonas urbanas concluye una carrera universitaria, en las zonas rurales esta cifra cae a un alarmante 6,2%. Esto evidencia las profundas desigualdades estructurales en el país.
El 8M no es un día de felicitaciones ni regalos, sino un recordatorio de que la lucha por la igualdad sigue vigente. No basta con reconocer estas falencias, sino abordar esta problemática desde un enfoque integral, visibilizando las diferencias regionales y aplicando políticas públicas efectivas. Conmemorar es reconocer lo que falta por hacer. Celebrar, en este contexto, sería ignorar la realidad.