Mulder: "Martín Belaunde Lossio es un rehén del gobierno"
Mulder: "Martín Belaunde Lossio es un rehén del gobierno"
Fernando Vivas

Lo visito en son de paz. Pero, igual, aunque lo atacara, no me mordería. Porque no es un perro de chacra ni un can del hortelano. Es un opositor de los de antes, esgrimista de florete y ¡‘touché’! Pelea cuando lo retan, pero también conversa de forma proactiva si lo citan con agenda.

Lo encuentro sentado a sus anchas en la sala Haya de la Torre del Congreso. Mi plan es lograr que él se explique a sí mismo, pues sé que sabe hacerlo bien. Le pregunto, suave nomás, por su agreste carácter: “Soy picón, tengo poca tolerancia a perder. Cada vez que hay un debate, soy de los que creen que la última palabra prevalece. Sí, ya sé que es infantil, pero no puedo dejar que una palabra quede flotando en el aire, tengo que responderla. Me entrené así cuando entré en 1973 a la PUCP. En San Marcos era imposible debatir, todo era cachiporra”.

Mulder saborea sus ideas sobre la esgrima verbal. Siempre he percibido un placer culposo en sus performances extremas. ¿Hay algo lúdico en tus broncas con Abugattás? “No deja de tener algo lúdico, sin duda”. Y para él será igual, digo. “No, porque su capacidad de percepción de la realidad no es igual que la mía [risas]. Creo que ambos tenemos suficiente cancha jugada como para que un minuto después nos riamos. Hemos almorzado a veces y nos cagamos de risa”. Pero hay cosas, demasiadas, que le sacan roncha.

¡NO TOQUES A VÍCTOR RAÚL!
No nació aprista, pero se proclamó como tal desde el colegio. Su mamá, Rosa María Bedoya, casada con el suizo francés Charles Mulder, era apristona, hija de un aprista que sufrió persecución y prisión. El abuelo murió cuando el pequeño Claude Maurice tenía apenas 5, pero la leyenda familiar lo envolvió hasta que, ya cachimbo, por sus propios medios, fue al local de Alfonso Ugarte a comprar un libro sobre la revolución de Trujillo de 1932. “La compañera Margarita, que atendía el quiosco, me dijo: ‘¿Por qué no se lo hace firmar al jefe?’. Y Víctor Raúl estaba sentado solo. Me asomé y me dijo que pasara [...] Todos esos años estuvimos al lado de Haya. Yo estuve incluso en lo del 5 de febrero del 75, era dirigente del comando universitario. Alan llegó de Europa en el 77, algo sobrado, y el viejo lo promovía. Nosotros decíamos qué se cree, estuvo antes pero que vaya a la cola. Hubo fricción, pero Alan demostró muñeca y aprovechó que el viejo lo quería porque era hijo de Carlos García Ronceros. En la clandestinidad de los años 30, él y Jorge Idiáquez eran los que mantenían a Haya, conseguían en los mercados la comida para el viejo que estaba escondido”.

La persecución histórica es la coartada de muchos apristas para explicar por qué se ponen tan a la defensiva cuando les tocas las calaveras del armario. Pero yo, repito, estoy en son de paz y quiero saber qué hará el Apra ante la corrupción que lo asola como asola a tantas instituciones del país. “Tenemos que ser muy fríos y racionales ante una circunstancia como esta. Estamos históricamente acostumbrados a que nos acusen y a que nuestra respuesta sea ‘son calumnias’. Tenemos un grito: ‘A más calumnias, más aprismo’. Las noticias referidas al Apra aparecían en las páginas policiales. Ese bagaje lo tenemos como un chip”.

Pero hay que disociarlo de las denuncias reales, replico. “Para nosotros, es normal que el rival nos envuelva en esos temas. Todos somos narcos, todos somos Oropeza. Y tenemos que contestar eso, sin que parezca que somos defensores de esos esquemas. [...] Para mí, la solución es ser transparente, la cultura de que todo se barre para adentro ya no puede darse en sociedades como la nuestra”. ¿A ti no te queda duda de que Facundo Chinguel está embarrado hasta la coronilla? “Ninguna”. ¿Y no hubieras dicho [como Alan] que metías las manos al fuego por él? “Probablemente, Alan le tenía simpatía porque Chinguel fue líder de juventudes. [...] En los 90, cuando Alan no estaba acá, trabajó en el fujimorismo, y cuando Alan regresó, fue su gran defensor”.

Quiero sacar del clóset al liberal Mulder. Lo vi defendiendo ardorosamente el proyecto de unión civil. Incluso cuando a ‘Techito’ Bruce ya se lo veía resignado, él seguía dando batalla. ¿Por qué pusiste el grito en el cielo cuando un libro de Toño Angulo (“Llámalo amor, si quieres”) habló de la posible homosexualidad de Haya? “Creí que tenía mala intención. Revivieron los fantasmas de la persecución homofóbica a Haya. El Comercio sacó en la campaña de 1962 un opúsculo que se llamaba ‘El amigo secreto de Haya de la Torre’ sobre un italiano que había sido alumno de Bellas Artes en Roma y se tejió la leyenda de que era un efebo. Yo he podido estar cotidianamente con Víctor Raúl y no he visto ninguna proclividad”. ¿Y qué si lo hubiera sido? “Nada, pero, como no lo era, salí a desmentir a Angulo. [...] Mira, estoy a favor de la unión civil, del aborto por violación, de la eutanasia. Tengo más de 40 años de ser ateo y sé que estas posiciones cuestan votos”. No más repregunta. 

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