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“Chespirito: sin querer queriendo”: el origen del Chapulín Colorido y más drama en el episodio 3
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En su tercer episodio de “Chespirito: sin querer queriendo”, la casa familiar y el imaginario de Roberto Gómez Bolaños se vuelven a conectar. Si antes luchaba por estar dentro de la televisión y tener un cargo con autoridad creativa, ahora ya lo tiene. Con ello, de su ingenio, nace el superhéroe más querido de México, el Chapulín Colorado.
La narrativa, dividida como ya es costumbre entre el pasado (1968–1970) y el presente de la historia (1980), empieza a revelar fisuras. Las tensiones dentro de su familia, las decisiones creativas del canal, que no son tan espontáneas como parecen y, sobre todo, las sombras que se proyectan sobre la figura de Margarita Ruiz —el personaje inspirado en Florinda Meza— componen la atmósfera del tercer episodio.
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El capítulo inicia con una escena hogareña. Roberto, interpretado por Pablo Cruz, intenta matar una araña en la pared, emulando, sin saberlo, el tipo de heroísmo doméstico que definirá al Chapulín Colorado más adelante.
Mira el trailer del tercer episodio de “Chespirito: sin querer queriendo” aquí:

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El nacimiento del Chapulín

Tal vez, el episodio centra su eje en una gran pregunta: ¿de dónde vienen los superhéroes? La respuesta podría estar en el hogar de Bolaños, cuando juega con sus hijas o cuando su esposa Graciela (Paulina Dávila) le aconseja frente a sus miedos. Mientras en el país se percibe la tensión de un México marcado por un gobierno autoritario y reprimido, en el mundo interior de Roberto, se gestan frases icónicas como “Que no panda el cúnico” y “Si tú no estás papi, ¿quién podrá defendernos?”, que surgen de su cotidianeidad.
Graciela Fernández, encarnada con contención y ternura por Dávila, es más que una esposa, sino también madre de seis hijos y consejera creativa de su esposo. Una escena delata que, a partir del romance de Roberto y Graciela, hay la chispa que da el ingenio al escritor para crear el escudo del Chapulín: un corazón amarillo con las letras “Ch + Ch”, símbolo de Chespiro y Chela, como le decía a su esposa. Ella participa en la creación del traje color rojo del personaje y lo acompaña durante sus momentos más intrépidos. Pero no todo es dulzura.
La otra mujer y el otro director

Donde la serie empieza a tambalear es en su representación de Florinda Meza, o mejor dicho, de Margarita Ruiz. A estas alturas, la figura que debería ser compleja y contradictoria está siendo retratada como un estereotipo de frialdad y cálculo. En este episodio, la tensión crece entre Roberto y el prometido de la actriz que interpreta a Doña Florinda. Mariano Casasola, personaje inspirado en el director Enrique Segoviano, está comprometido con ella y empieza a notar comportamientos extraños antes de volcar toda su atención hacia su jefe, Bolaños.
Esta subtrama se siente cada vez más manipulada por el punto de vista de los hijos de Bolaños —y en particular del productor real de la serie, Roberto Gómez Fernández, el último del linaje—. Parece buscar una redención tardía para la figura de su madre a través de una idealización de su personaje. Como crítica televisiva, se siente la parcialidad; como espectadores, desdibuja las complejidades del drama humano que intenta construir.
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Superhéroes en tiempos de vigilancia
El episodio sugiere que grabar El Chapulín Colorado fue casi un acto de subversión. Junto al productor de contenidos Sergio Peña (Rafael Ernesto Hernández), Roberto logra armar a escondidas el piloto del programa, acompañado de actores como Rubén Aguirre (el inolvidable Profesor Jirafales), Ramón Valdés (Don Ramón) y María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina), quienes están ayudando en esa misión cómica con mucho entusiasmo y a pesar de las limitaciones del canal.
Ya vamos por el tercer episodio. Y la bioserie de Chespirito no está mostrando un montaje de líneas paralelas como la también mexicana “Luis Miguel: la serie”, donde el pasado y el presente conviven entre tensiones y los secretos del personaje, sino una repartición de hechos que apela a la nostalgia y cuyo objetivo es conocer la vida privada de Bolaños.
Pero, bueno, la serie retrata bien la creatividad del protagonista cuando está en la adversidad. Nos da a quien odiar, en este caso, Florinda Meza. Porque el drama con Marcos Barragán, Quico, sigue en lista de espera y seguro tendrá un episodio especial. Solamente en el capítulo 3, hay un zoom en alguna poco definida tensión a nivel de México. Aún así, la serie se podría haber atrevido a señalar con fuerza las estructuras de poder o la censura real que imperaba en la televisión mexicana de la época.
“Chespirito: sin querer queriendo” sigue siendo una propuesta cálida, bien intencionada y construida con afecto. Como dice uno de los personajes, “los héroes también tienen miedo”. Y quizás el miedo de esta serie sea el de mirar con más profundidad una historia que, como toda historia humana, necesita más sombras o más oscuras. Sin embargo, puntos a su favor es que, en su tercer episodio, la recreación del proceso creativo del Chapulín Colorado es entrañable y las actuaciones de Pablo Cruz y Paulina Dávila se sostienen con calidad rumbo a otro episodio.
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