Jorge Chávez Noriega

Hace 490 años, Francisco Pizarro fundó Lima a orillas del río Rímac, atraído por el clima apacible de la zona y su inmejorable ubicación geográfica. Desde entonces —un período que abarca dos tiempos históricos: la Edad Moderna y la Edad Contemporánea—, el centro de la ciudad se sigue ubicando en el centro de todo. Entre las edificaciones, plazas y monumentos más importantes de la capital, confluyen las vías provenientes del norte, el sur, el este y el Callao, generando un alto tránsito vehicular que a ciertas horas del día se torna infernal. Los contrastes siguen siendo otra característica fundamental. Solo hay que caminar por la avenida Abancay o, más precisamente, por las inmediaciones del Congreso, para notarlos: por un lado, un edificio blanco e impoluto; en la vereda de enfrente, sobre el jirón Andahuaylas, decenas de vendedores ambulantes que ofertan desde ropa usada hasta suculentos combinados de cau cau, cebiche y papa a la huancaína. Posiblemente, ninguna calle defina a Lima mejor que esta.

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