La semana pasada, en una animada y, por momentos, candente reunión virtual, el Comité Asesor de Vacunas y Productos Biológicos Relacionados de la Administración de Medicinas y Alimentos de EE.UU. (FDA) respondió a la solicitud del laboratorio Pfizer/BioNTech, de que todas las personas mayores de 16 años que habían recibido dos dosis de su vacuna en ese país deberían recibir una de refuerzo.
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La respuesta fue contundente. Por una votación de 16 a 2, el comité rechazó la solicitud de Pfizer. En vez de eso, el comité decidió, por una votación de 18 a 0, que las dosis de refuerzo solo sean para las personas mayores de 65 años y para aquellas que sufran alguna enfermedad que las predisponga a sufrir complicaciones por COVID-19.
—La ciencia detrás de los refuerzos—
El comité centró sus discusiones en responder algunas preguntas fundamentales: ¿existe evidencia de que la inmunidad causada por la vacuna disminuye después de la vacunación? ¿Existe evidencia de que los refuerzos disminuyen la transmisión del virus en la comunidad, y pueden por tanto ayudar al control de la pandemia evitando nuevas variantes? ¿O es que los refuerzos solo previenen infecciones graves y muertes y, por tanto, solo debe estar limitado a los grupos de riesgo?
Adicionalmente, el comité tuvo que considerar si su decisión contribuiría a que el uso indiscriminado de refuerzos por los países ricos podría disminuir la capacidad del resto del mundo en obtener las vacunas que tanto necesita.
—La discusión—
La primera pregunta –acerca de si existe evidencia científica de que la inmunidad causada por la vacuna disminuye después de la vacunación– fue fácilmente contestada, pues hay diversos estudios que demuestran que eso puede ocurrir con todos los tipos de vacuna.
La segunda pregunta –acerca de si existe evidencia de que los refuerzos disminuyen la transmisión del virus en la comunidad– causó una gran discusión, pues las opiniones estuvieron divididas con respecto a la evidencia científica de esa posibilidad.
Después de largas deliberaciones, el comité concluyó que ninguno de los estudios presentados avalaba la idea de que el uso masivo de la dosis de refuerzo en toda la población vacunada podía impedir que las personas vacunadas e infectadas contagien el virus.
“Pensamos que los esfuerzos en el país deben estar orientados a mejorar la cobertura de la vacunación”.
Esa fue la discusión más importante, pues muchos especialistas en salud pública –incluido el Dr. Anthony Fauci, asesor en COVID-19 de la Casa Blanca– esgrimían como la razón más importante para que se apruebe el refuerzo de la vacuna para todos que, al impedir la transmisión del virus en la comunidad, el uso masivo de dosis de refuerzo podía ayudar a controlar la pandemia e impedir, a la vez, la formación de variantes.
Sin embargo, los expertos opuestos a este punto de vista dijeron que los esfuerzos debían estar encaminados a vacunar por primera vez a más gente, en vez de intervenir solo en el 55% de la población estadounidense completamente vacunada.
Al ser rechazada la posibilidad de administrar la dosis de refuerzo a todos los mayores de 16 años, la discusión se centró en determinar si existía algún grupo que podía beneficiarse de la dosis de refuerzo.
En este punto sí hubo consenso. A pesar de que todos estuvieron de acuerdo en que las dos dosis de vacuna eran muy efectivas en prevenir la enfermedad grave y la muerte, coincidieron en que los casos de complicaciones y muerte por COVID-19 en personas completamente vacunadas fueron más frecuente en personas mayores de 65 años y aquellas con enfermedades que las predisponen a complicarse.
Eso hizo que el grupo votase por segunda vez y, por 18 a 0, aprobase que la dosis de refuerzo debía estar limitada a personas mayores de 65 años y con enfermedades predisponentes. Una tercera votación extendió el beneficio de la dosis de refuerzo a los trabajadores de la salud y otras ocupaciones de riesgo de contagio.
—Inequidad—
Muchos grupos, incluida la OMS, se oponen a la posibilidad de iniciar programas de vacunación con dosis de refuerzo. Eso porque se considera injusto que los países ricos estén ya vacunando con una tercera dosis a sus pobladores, mientras que la gran mayoría de países pobres no tiene vacuna para sus habitantes.
Al respecto, datos publicados en “Nature” del 16 de setiembre indican que el 55% de los habitantes de países de altos ingresos están completamente vacunados, en comparación con un 50% en países de ingresos medianos altos, pero solo un 10% en los de ingresos medianos bajos y 0,6% en los de países de bajos ingresos.
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Por eso muchos grupos piensan que parte de la solución es que las empresas farmacéuticas cedan la propiedad intelectual de fabricación de sus vacunas al Fondo de Patentes de Medicamentos, una organización respaldada por las Naciones Unidas que tiene como objetivo llevar medicamentos económicos a los países pobres.
Hasta el momento, Pfizer/BioNTech y Moderna se han opuesto a tal medida, argumentando que tomaría mucho tiempo formar el recurso humano y la tecnología necesarias para fabricar sus vacunas en países de escasos recursos.
—Corolario—
Con solo 27,5% de la población total del Perú completamente vacunada, pensamos que los esfuerzos en el país deben estar orientados a mejorar rápidamente las coberturas de vacunación de la población en general.
Sin embargo, sería recomendable que el Ministerio de Salud empiece ya a pensar en la necesidad de una tercera dosis en personas vulnerables, y aunque no hay estudios hechos con la vacuna Sinopharm (recordemos que la discusión del comité de la FDA fue solo referida a la vacuna de Pfizer), una dosis de refuerzo debe ser considerada a los trabajadores de la salud y otros de primera línea que recibieron la vacuna de procedencia china.
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