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Huarmey: Una costa por descubrir - 1
Redacción EC

ROLLY VALDIVIA

En la orilla hay un bote que es acariciado suavemente por las olas. Un grupo de niños lo abordan y juguetean en su interior, aprovechando la ausencia de su dueño e ignoran las letras azules en una pizarra blanca, que forman la palabra “paseo”.

Varios metros detrás, en dirección del horizonte, hay un cerro, pero todos lo obvian, están concentrados en sus travesuras infantiles. Cerca de los chicos, un puñado de veraneantes descansa plácidamente en la arena o mira al mar, como dudando sobre la pertinencia de darse un chapuzón en las calmadas aguas de Tuquillo. La prudencia les aconseja esperar más tiempo, hasta que el sol realmente caliente y alegre el cielo.

Es una ausencia pasajera, como la del dueño de ese bote paseandero. ¿A dónde habrá ido aquel hombre? Tal vez se animó a subir a esa atalaya de piedra y arena que permite otear un espléndido e inesperado panorama del Pacífico, o quizá se fue hasta Las Pocitas o La Pocita (la llaman de las dos formas), esa playa recóndita de agua mansa y dormida al otro lado de un cerro.

Tarde o temprano volverá para sacar la pizarra y cortar las olas con sus remos. Hoy es domingo y la experiencia le enseña que tendrá varios tripulantes. Eso sí, no tantos como él quisiera. Todo sería distinto si su costa –indómita y fascinante– fuera más concurrida como en otros balnearios del norte.

Pero eso no pasa con la sucesión de playas de su tierra que, a pesar de su innegable belleza y su relativa cercanía a Lima (se ubica  a solo 293 km al norte de Lima), no son muy visitadas. Es curioso, pero en esa carencia de multitudes es, precisamente, en donde reside su encanto.

UN BALNEARIO APACIBLE

Acercarse a Tuquillo por el desvío que nace en el km 303 de la Panamericana Norte, permite solazarse en una franja costera que apenas ha sido modificada por la mano del hombre.

Aquí no hay hoteles gigantes ni restaurantes ostentosos. La geografía y la paz son sus atractivos. 

Por estas características, la también llamada piscina del Pacífico recibió el premio Ecoplayas Perú en la categoría rural en varias ocasiones. Un reconocimiento que, por qué no, también pudo recaer en sus vecinas Anchavito, Maracaná y Las Pocitas.

Aventura de cara al mar. Huellas  marcadas en la arena. La brisa en el rostro. La promesa de un baño reparador. Eso es lo que se siente en Tuquillo, donde los niños siguen esperando al hombre que cortará las olas con sus remos.

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