De cuando Lima era la ciudad de los balcones

Hasta principios del siglo XIX, en Lima existían tantos balcones que parecían calles suspendidas en el aire. Estas joyas arquitectónicas distinguieron a nuestra capital desde la Colonia.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Lilia Córdova Tábori

Los balcones limeños tienen su origen en el mundo musulmán. Aun se pueden encontrar estas joyas arquitectónicas en Damasco, El Cairo, entre otras ciudades. Los primeros carpinteros fueron españoles y aborígenes.

Hubo una época en Lima (1536) que los carpinteros y albañiles cobraban lo que querían por construir un balcón, por lo que el Cabildo Municipal tuvo que regular e imponer tasas.

Los balcones se trabajaron en roble y cedro traídos de Ecuador y Nicaragua. Variaban en tamaño pero todos eran horizontales. Habían balcones tan grandes que doblaban las esquinas de las casas.

En una nota publicada en El Comercio, el 27 de abril de 1983, se daba cuenta que en 1746 a raíz del terremoto que asoló a nuestra capital agravado por el maremoto que se dio en el Callao, el cosmógrafo francés Luis Gaudin, sugirió – para seguridad de la población – derribar los balcones; así como, otras construcciones que ponían a la población en peligro. El Cabildo respondió que era una idea bellísima si hubiera que fundar otra ciudad.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
(Foto: Archivo Histórico El Comercio)

En su época de esplendor, los balcones de tipo cajón funcionaban como miradores y lugares de tertulias. Con la llegada de la República, perdieron su jerarquía y fueron convertidos en cuartos de baño de cuyas rendijas se filtraba el agua. Los balcones abiertos tipo galería fueron construidos a finales del siglo XIX y principios del XX.

El ocaso de los balcones limeños llegó cuando fueron reemplazados por ladrillo y cemento. La capital creció destruyendo los campos verdes y construyendo urbanizaciones con casas de estilos europeos y norteamericanos. La Lima de antaño agonizaba; mientras los edificios crecían por toda la capital. Es muy conocida la gesta del profesor italiano Bruno Roselli quien recorría el Centro de Lima denunciando a los que destruían estas joyas arquitectónicas.

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