El 13 de diciembre de 1992, el Sao Paulo de Telé Santana y el Barcelona de Johan Cruyff se enfrentaron en el Estadio Nacional de Tokio en la final de la Copa intercontinental. Pero antes del choque entre dos fabulosos planteles, conformados por cracks como Laudrup, Koeman, Pep Guardiola, Stoichkov y Zubizarreta, por el lado español; Zetti, Cafú, Cerezo, Raí, Müller y Palhinha por los sudamericanos, hubo un pacto lúdico entre dos grandes técnicos.
Esta es una historia inédita, como si fuese sacada de un libro de cuentos maravillosos. Johan Cruyff y Telé Santana protagonizaron un encuentro que en estos tiempos sería inimaginable, ya que los rigores del fútbol —a veces excesivos— terminaron con un aspecto maravilloso y noble de este deporte.
Esta historia me la contó el árbitro de aquella final, Juan Carlos Loustau, uno de los afortunados protagonistas y testigos de aquel momento mágico.
“Lo más grande que me pasó a mí, el recuerdo más hermoso que me dejó el fútbol en más de cuatro décadas, fue dirigir la final de la Copa del Mundo de clubes en Japón, entre el Barcelona que lo dirigía Johan Cruyff y el Sao Paulo de Telé Santana. Los dos equipos se alojaron en el mismo hotel y el árbitro también. Y como ambos hablaban perfecto el español, yo llegué dos días antes a Japón y ellos también. Telé Santana me conocía porque yo dirigía en Sudamérica. Una noche me vio pasar por el lobby, se levantó, me dio la mano y me dijo: “¿Cómo está Loustau? Venga que le voy a presentar a Johan Cruyff”. Ellos dos estaban tomando un café y a los dos días iban a jugar el partido final de la Copa del Mundo. ¿Se imagina hoy esa escena? Los dos mejores técnicos de aquel tiempo y el árbitro tomándose un café. Ellos eran muy compinches de cómo veían el juego y cómo lo ponían en práctica. Tenían la típica filosofía del buen juego. Yo compartí un café con ellos y aprendí una enormidad.
Cruyff y Telé me preguntaban sobre el arbitraje y yo indagaba por qué a sus equipos los hacían jugar de esa manera. Para ellos era mal visto que un jugador pegue una patada o que no juegue un balón con el sentido de equipo. Ellos no querían nunca que la pelota se dividiera. Por eso salían jugando desde el arquero, cosa que ahora algunos equipos lo tienden a hacer.
Zubizarreta era el arquero del Barcelona y Zetti del Sao Paulo. Y ya tenían la orden de salir jugando. Fue una tertulia de más de dos horas hablando de fútbol y más fútbol. Era imposible levantarse de esa mesa porque estaba maravillado por tantas cosas que hablaban Cruyff y Telé Santana. Y cuando ya eran como las tres de la mañana, yo tenía encima como 12 horas de diferencia, nos teníamos que ir a dormir. En ese momento Telé nos hizo poner la mano una sobre otra, en medio de la mesa para despedirnos, y desearnos lo mejor. Y Telé Santana le dice a Cruyff: “Hagamos un pacto: un jugador que pegue una patada, no dejemos que Loustau lo amoneste o lo eche. Lo sacamos nosotros”. “Trato hecho”, le dijo Cruyff. A dos días jugamos la final del mundo y no hubo una patada artera. Cumplieron y Sao Paulo ganó. Ese es el recuerdo más grande que me ha dejado el fútbol”.
Tal como narra Loustau, Sao Paulo ganó 2-1 con goles de Raí, aunque Barcelona había abierto el marcador a través de Stoichkov. El árbitro argentino mostró cinco tarjetas amarillas.
Telé Santana, creador del ‘jogo bonito’, murió el 2006 a los 74 años por una falla múltiple de órganos. Johan Cruyff cumplió el domingo un mes de fallecido al no soportar un cáncer de pulmón. Hoy 25 de abril hubiese cumplido 69 años.
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— El Comercio (@elcomercio) 25 de abril de 2016